El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ascendió al poder apoyándose en una estrategia populista evidente. Exjugador profesional de fútbol y exalcalde de Estambul, organizó triunfos electorales aplastantes para un partido cuya devota base musulmana se mofaba de la antigua clase dominante laica. En el puesto por más de una década, cada vez se le acusa más de tener tendencias autócratas.
AP
El fallido intento de golpe de Estado en su contra sólo parece haberle inyectado nuevo vigor a su liderazgo, al menos a corto plazo.
Erdogan ya ha sufrido reveses en el pasado. Fue obligado a dejar su puesto como alcalde de Estambul y pasó cuatro meses en la cárcel en 1999 por leer un poema islámico que hizo enfurecer a los tribunales de la época, firmemente seglares. Pero esa experiencia solamente pareció lustrar sus credenciales como un hombre del pueblo.
Se convirtió en primer ministro en 2003, tras promover la idea de Turquía como un modelo de gobierno democrático a seguir para los países musulmanes e impulsar su candidatura para ingresar a la Unión Europea, una campaña que desde entonces se ha ido a pique. Sin embargo, con el tiempo algunos turcos se preocuparon cada vez más por los presuntos esfuerzos de Erdogan para imponer el islam al pueblo turco y la represión sobre los que eran considerados opositores, todo lo cual generó temores de que el respeto a los derechos humanos estuviese retrocediendo y de que se estuviera violando la libertad de expresión.
Mientras se estaba desarrollando el intento de golpe de Estado, Erdogan difundió un mensaje de desafío desde la aplicación FaceTime en un iPhone, una estrategia que posteriormente atrajo comentarios perplejos de los turcos, que recordaron los pasados esfuerzos del gobierno por restringir el uso de YouTube y otras redes sociales.
Por el momento, Erdogan está en la cresta de la ola de la indignación pública por el intento de golpe de Estado. Ha prometido que los que lo organizaron pagarán un precio muy alto, y ha planteado la posibilidad de que haya purgas en el ejército.
“Sale de esto enormemente fortalecido”, dijo Howard Eissenstat, profesor adjunto de historia de Medio Oriente en la Universidad San Lorenzo en Canton, Nueva York.
“Esto ha movilizado de nuevo a su base, la cual estaba cansándose de él. Al menos le dio un momento en el que él unificó todos los elementos de la sociedad en contra de esta amenaza”, agregó Eissenstat.