En septiembre de 2014, el portavoz oficial del Estado Islámico, Abu Mohamed Al-Adnani, envió a sus seguidores el perturbador mensaje amatar a ciudadanos de los países que formaran parte de la coalición inspirada por EE UU para derrotarlo.
No importaba el cómo. La consigna era matar. “Golpéale la cabeza con una roca, asesínale con un cuchillo, pásale por encima con el coche, tírale desde un lugar muy alto, estrangúlale o envenénale” y “(…) en particular a los malvados y sucios franceses”, conforme lo informaría el diario “El País” en aquella oportunidad.
Pues, a vista de lo que viene ocurriendo en Francia desde el año pasado, con los ataques contra la revista Charles Hebdo, la masacre en el teatro Le Bataclanen Paris y, las más recientes, como la sucedida en Niza y, ahora, con el escalofriante degollamiento del sacerdote católico de la iglesia normanda de Saint-Etienne-du-Rouvray, el veredicto pronunciado por Al-Adnani se viene consumando sin avizorar todavía un control por parte del gobierno de Hollande.
Pero ¿por qué aquellacrueldad contra los ciudadanos franceses cuando su país representaba -al 2014- sólo el 5% de la contribución bélica de la coalición? A decir de los analistas, se entiende que Francia encarna, para el mundo occidental, la convicción en la democracia, la tolerancia y el valor del ser humano; de ahí que no sólo era parte de una alianza contra el Estado Islámico sino cuna de los valores republicanostal como nosotros la entendemos ahora.
Si bien el país galo viene representando aquella visión laicista del Estado, que es profundamente contrario al pensamiento de los grupos fundamentalistas, parece que el mensaje de lo acaecidohoy contra el sacerdote es que el yihadismo haría también patente su accionarcontra los valores religiosos del mundo occidental, en especial, contra el catolicismo y ya no sólo contra las cualidadesde los estados republicanos.
Parecería que el ataque contra los católicos en el Occidente era solo cuestión de tiempo pues las masacres desatadas contra comunidades cristianas en ciudades de Siria e Irak desde que los extremistas proclamaron la creación de un califato, muestran que el calculado extremismo sería trasladado al corazón mismo de la Europa católica.
No creo que sea mejor momento para advertir que el fundamentalismo de los yihadistases provocar el sectarismo y la intolerancia contra el pueblo musulmán que se encuentre en Europa y profundizar sus antagonismos con el Occidente. Aquel califatose recrea en esa contingencia y patrocina la creación de unaadministración islámica con nuevas fronteras con reminiscencia al imperio otomano.