Salir en la madrugada a hacer colas se ha convertido en un riesgo que viven los venezolanos a diario. Así lo cuentan tres amas de casa, un publicista y una administradora, quienes desde tempranas horas de la mañana salen a recorrer diversos establecimientos de la zona norte del estado Anzoátegui, con la finalidad de comprar algunos rubros de la cesta básica.
Nurys Gil, quien se dedica al hogar y vive en el sector Las Charas de Puerto La Cruz, contó que un día antes de ir a “bachaquear”, se prepara: compra pan y jugo. En esta oportunidad, su objetivo era adquirir harina de trigo en el abasto Bicentenario que está ubicado en centro comercial Judibana de la jurisdicción porteña.
Dijo que se levantó a las 3:00 am, metió en su cartera la canilla que compró y un termo pequeño de café. Una hora después despertó a su hija de 9 años, la alistó y se la llevó.
“Me levanté temprano para preparar comida y poder darle algo a mi hija. Me la tengo que llevar porque no tengo con quién dejarla. Yo aguanto la pela con un poquito de agua o café; eso sí, sin azúcar porque es un lío para conseguirla”, expresó la señora.
“Me llevaron presa”
Maricarmen López, habitante del sector Sierra Maestra, dijo que sale de su casa a las 6:00 am, “con comida en mano y los santos en la boca”. Para desayunar, prepara una arepa de maíz pilado porque, según ella, tiene tiempo que no compra la harina de maíz precocida.
Comentó que suele irse cuando ve la luz del sol porque, la última vez que salió de madrugada, vivió una mala experiencia.
“Una vez intenté salir de madrugada con un grupo de amigas. Íbamos para el supermercado Central Madeirense. En ese momento llegó la Guardia Nacional y nos llevó presas porque pensaban que éramos bachaqueras. Nos soltaron al otro día. Lo peor de todo es que allí sí habían bachaqueros, pero salieron corriendo”.
Miedo al robo
La portocruzana Johana Rodríguez, quien reside en Pozuelos y trabaja vendiendo café, contó que aprovecha de hacer la cola mientra labora.
Su día empieza cuando el reloj marca las 4:00 am. Al sonar la alarma se levanta y prepara una arepa de maíz con huevo. Luego, carga a su hijo de dos años y se persigna para que “Dios la proteja”. Dijo sentir miedo cuando sale a la calle, pues ya ha sido víctima de la delincuencia en varias oportunidades.
“Una vez me quitaron el teléfono y el dinero. Me regresé con las manos vacías y con el dolor de no haber podido comprar la leche para mi hijo”.
Nadie se salva
Un publicista y una administradora, quienes prefirieron omitir sus nombres por temor a represalias, expresaron que “ni ricos ni pobres se salvan de la situación del país”. Ambos se conocieron hace varios años y hoy en día se ponen de acuerdo para ir juntos a comprar.
“He visto como los funcionarios maltratan a la gente. Claro, en esos casos yo opto por retirarme del lugar, es mejor prevenir que lamentar”, señaló la chica.
Mientras que el publicista rechazó la falta de seguridad que hay en los expendios. Dijo que, hoy en día, permanecer en una cola es poner en riesgo la integridad física de cualquier persona.
“En Central Madeirense hay un complot de gente malandra que está organizada para hacer sus fechorías. Los policías también venden los números en Bs 5.000 o Bs 6.000. Ellos se lucran con eso y amenazan a la gente para que no los denuncien”, afirmó.