En medio de la alegría y del orgullo, de ver a mi hijo Alejandro, graduarse de Bachiller en Ciencias en días recientes, fue propicio para reflexionar en torno a la emigración del país, de millones de jóvenes y de talento humano, en busca de oportunidades y de garantías para un futuro grandioso como el que se merecen, y que hoy lamentablemente, este porvenir es negado por la revolución, quien excluye y persigue a una juventud que lucha por nuestra Venezuela.
Hoy son millones de madres, padres, familiares y amigos, que despiden a sus miembros más jóvenes, porque se marchan desesperadamente y huyendo de la crueldad de un gobierno, que ha convertido nuestro país en una guillotina para las nuevas generaciones. El 80% de muertes productos del crimen y la delincuencia, son jóvenes, a quienes les despojan de sus sueños por un teléfono celular, un par de zapatos, un carro, una moto y hasta por una bicicleta.
Si nos vamos a la parte de las oportunidades de estudio y la inserción laboral, es otra catástrofe, porque primeramente, debido a la inflación y a la grave crisis que hoy vivimos, un 60% de nuestros jóvenes dejan de asistir a la escuela, a los liceos y a las universidades, porque sus hogares al igual que el del 87% de los venezolanos, sufren los embates del hambre y la carestía, entonces tienen que dar prioridad a salir a las calles a hacer colas en busca de alimentos, y por ende, abandonan las aulas y los libros por necesidad, y son presa fácil de cualquier distorsión que pudiera sufrir su conducta.
No obstante, con el cierre de empresas constantes, cada vez son menos las oportunidades de trabajo para los jóvenes, que como es normal, se preparan a nivel profesional para posteriormente, poder desempeñar en condiciones de eficiencia sus conocimientos, y percibir un salario digno que les alcance para comer, para adquirir una vivienda, un vehículo, en fin para hacer un hogar.
Entonces, y ante este panorama gris y tan oscuro que brinda la revolución a nuestra generación de relevo, muchos jóvenes sufren del Síndrome de Ulises, que no es otra cosa que emigrar del país, en busca de lograr los sueños, sin importar el precio que tengan que pagar por esto, como es el desprendimiento de sus familiares y de las necesidades que tengan que pasar en tierras extrañas y hasta de otras lenguas.
Ver a nuestros jóvenes salir del país como perseguidos políticos, es realmente triste y hasta frustrante, porque si bien es cierto, que emigrar por gusto propio a prepararse y a vivir en otro país es un derecho muy válido, pero cuando lo hacen en busca de luz y de oportunidades, da mucha pena y una profunda molestia.
En mi reflexión, comprobé que la lucha que libramos desde la unidad democrática y desde cada organización política, no es en vano, porque con el rescate de la democracia, y con la instauración de un nuevo gobierno electo por las mayorías, podremos frenar sin lugar a dudas, ese éxodo masivo de jóvenes frustrados y tristes por falta de oportunidades; y les daremos un país, donde quedarse a vivir y trabajar, aparte de un derecho constitucional, será una nota como dicen los jóvenes.
No quiero que mi hijo en un futuro inmediato, salga de Venezuela como perseguido político, yo quiere que se quede apostándolo todo por nuestro país, pero que tenga garantía de vida, derecho al trabajo, a la formación académica y a tener una calidad de vida en términos de prosperidad y de felicidad.
Por mi hijo Alejandro, por sus amigos y por todos los jóvenes de mi país, no daré descanso a mi cuerpo y a mi alma, y continuaré junto a mi partido Acción Democrática y junto a la unidad, luchando sin descanso por ese futuro grandioso que se merecen.
Clever Lara
Secretario de Organización
Acción Democrática
@cleverlaraad