Anthony Ervin fue el nadador más veloz en Río de Janeiro y tiene ahora una medalla de oro para reemplazar la que ganó 16 años atrás, y luego subastó.
En 2004 recibió 17.000 dólares por la presea que ganó en Sídney después de nadar en 21.98 segundos, casi un segundo más lento que los 21.40 que hizo el sábado a los 35 años. El dinero fue a un fondo destinado a atender las víctimas del tsunami del océano Indico en 2004.
“Por ahora me la quedo”, expresó después de ganar el ahora más viejo medallista de la historia, que se impuso por una centésima al campeón defensor, el francés Florent Manaudou (21.41).
“Ha sido una aventura increíble. Pensar que después de 16 años estoy de regreso en el podio de los Juegos Olímpicos. Todo el crédito es para la gente que me ama y me apoya: mi familia, amigos, entrenadores, mi país”, indicó.
Ervin ganó en Rio además un oro con el equipo de relevos 4x100m libres, en el que estaba Michael Phelps, otro veterano que por su parte dice adiós a la carrera olímpica.
De sus días en Sídney hay una amarga plata en esa misma prueba, que según la prensa, se perdió en uno de sus viajes. Él lo niega, pero ciertamente no tiene un lugar especial en su vitrina pues fue la primera derrota de un cuarteto estadounidense en esa modalidad.
– ‘¿Por qué parar?’ –
Al año siguiente de ser el más rápido en Australia, ‘Tony’ ganó dos títulos mundiales.
Pero en 2003 decidió que era hora de parar.
Tenía 22 años y volvió a la universidad para terminar su carrera. Pasó años en trabajos extraños y luego dio clases de natación para niños. Fue al comenzar una maestría en deporte, cultura y educación cuando se reencontró con la piscina por una tarea. Le pidieron que escribiera sobre su relación con el deporte. El resultado fue un ensayo de 50 páginas.
En febrero de 2011 participó en una carrera de exhibición y en el verano de ese año decidió volver a competir.
“La decisión de seguir fue fácil, fue totalmente inesperada. E incluso cuando comencé a nadar de nuevo parecía un escándalo que hubiera regresado a los Juegos Olímpicos. Yo lo que quería era nadar. Disfrutaba lo que estaba haciendo, así que ¿por qué parar?”, explicó.
Y así, 12 años después de Sídney, Ervin clasificó para Londres-2012 también en la prueba más veloz de la competencia. Pero en las finales, quedó quinto.
Los 50m seguían sin salir: en el Mundial de Barcelona quedó sexto y en el de Kazán, ni siquiera llegó a la final.
Fue en Rio de Janeiro donde una centésima le dio el podio soñado.
“Nunca imaginé estar en el podio de los 50, tampoco antes de los 19 años. Es surrealista, un poco absurdo. Cuando toqué la pared, volteé y vi el uno al lado de mi nombre, sonreí, me reí”, expresó.
– ‘Un rayo’ –
‘Tony’ no pudo acompañar el nacimiento de su hija hace un mes porque estaba las clasificatorias para los Juegos y luego en la concentración del equipo.
“Es como un rayo”, dijo. “No he tenido la oportunidad de conocerla aún y traté de mandarle un mensaje después de la carrera”, expresó el nadador, fácil de reconocer por los tatuajes que cubren todos sus brazos.
Hijo de madre judía y padre afroamericano e indígena, Ervin se describe como un ejemplo de “diversidad”.
Diagnosticado con síndrome de Tourette -un trastorno neuropsiquiátrico caracterizado por múltiples tics físicos y vocales- y con problemas de conducta, sus padres lo impulsaron a que nadara para que canalizara su agresión en el agua.
Y de ahí un largo camino hasta Rio para el dos veces campeón olímpico de los 50m.
¿Hora de retirarse? Por el momento, ni pensarlo.
“Voy a tratar de entrar en el equipo. Me gusta estar metido en un ambiente donde puedo tratar de nadar a mi mayor nivel. No pienso que mi edad deba limitarme, no creo que el temor a perder deba limitarme”, lanzó. AFP