¿Por qué vamos a marchar el 1 septiembre? ¿Para tomar el sol, respirar gas lacrimógeno, recibir perdigonazos y maltratos de la GNB? ¿Vamos hacer ejercicio o bailo-terapia? ¿O llegaremos al CNE para saludar a Tibisay? Una marcha más, seamos sinceros, será otro fracaso. No porque no haya gente, que la hay y muchísima, sino porque no irá la suficiente.
El 1° de septiembre es jueves, mal día. Muchos pueden tener motivos para no sentirse entusiasmados. No todos pueden ausentarse de sus trabajos y hay que hacer colas para comprar lo poco que se consigue. Hay ciudadanos convencidos, resignados que no habrá revocatorio, y hay razones poderosas para pensarlo. Decisiones judiciales están en camino y no hay presupuesto. Otros seguros de que el Gobierno puede ser estúpido e incompetente pero no suicida; el PSUV, el Polo Patriótico, cooperantes saben perfectamente que el madurismo no gana ni de lejos un torneo electoral, y que en general muertos, santeros, paleros y santos convocados le dieron la espalda y le hacen la señal del mono. Maduro y su combo sólo tienen dos argumentos a favor: tramposerías castristas y bayonetas.
Unos cuantos no irán a caminar ni el jueves ni ningún otro día porque consideran al revocatorio de interés caprilista, desconfían de él, no son pocos. Tampoco mayoría, pero suman. O, en este caso, restan. Otros que restarán serán los que no creen en la MUD ni sus líderes pero que son opositores de alma y corazón. Y los que tengan poca capacidad física para correr y aguantar la violencia que guardias, policías y colectivos aplicarán. No son cobardes, son prudentes y algunos no tan veteranos, han visto, una y otra vez, cómo la soldadesca agarra al primero que pueden y lo sepultan en sótanos, calabozos con acusaciones y juicios inventados, son muchos los que llevan meses golpeados, enfermos, olvidados y tristemente abandonados. Y así por el estilo, no sigamos con esta patética lista.
Pensemos en una alternativa que puede ser, mucho más impactante.
¿Cuál es el objetivo? Demostrar quién tiene la verdadera fuerza popular. No sólo demostrárselo al Gobierno, sino a los militares, a las instituciones del Estado, a los gobiernos amigos y, muy especial, a Tibisay, Sandra, Tania y Socorro. ¿Vamos a demostrarlo con 30, 40 u 80 mil personas? Porque ésa es la fuerza real de convocatoria de la oposición organizada. No será suficiente, los opositores al régimen tienen que exponer de forma categórica e inequívoca que son mayoría total, aplastantemente y masiva.
Para expresar al mundo entero con certeza que se tiene el respaldo de millones de ciudadanos, de diversos sectores sociales, económicos, de todo un país, se debe lograr la presencia clara, contundente de al menos 800.000, un millón o más de personas. Una masa espectacular, incuestionable, de gente que le meta miedo, terror, al poder, una aglomeración que hasta el militar más fanático entienda que no va a poder asustar ni dominar por el contrario, deberá postrarse y respetar.
¿Cómo olvidar aquella marcha que hizo historia en abril 2002, asustó a Chávez cuando tenía mil veces más seguidores, militares y poder que el madurismo de ahora? La tierra tembló, se sobresaltó, los generales se atragantaron, lo único que pudo hacer aquél chavismo fue sacar unos cuantos a disparar –pregúntenle a Ismael García-, cuando llegaban cerca de Miraflores. Como ratas asustadas se atrincheraron tras paredes alrededor del puente Llaguno, se asomaban, disparaban, se escondían de nuevo. De allí un alzamiento que sometió al presidente; y sus principales colaboradores, corrieron a esconderse. Fue legitima protesta ciudadana devenida en un golpe torpe, que unos ambiciosos mentecatos equivocados mal organizaron, peor ejecutaron y obviamente fracasaron. Pero los ciudadanos demostraron, sin armas, una fuerza descomunal.
Necesitamos una marcha que no pueda ser atacada, flanqueada, desviada y/o frenada. Precisamos al millón de personas, para que periodistas y cámaras del mundo entero puedan grabar una y otra vez la concurrencia colosal, grandiosa, espectacular, que cubra un amplísimo espacio, por ejemplo de la autopista Francisco Fajardo. Es imperativa una concurrencia gigantesca de gente que, paralice la ciudad, obligue al helicóptero espía del Sebin y aparatos militares volar varios minutos para grabar la extensión humana de protesta, de rechazo a la tiranía milico-cívica que distorsiona y estrangula nuestra democracia.
No pensemos en marchar, no llevemos gente a chocar con los guardias y policías acorazados como han propuesto bocazas desinformados y sin originalidad. Lo ideal sería que el gentío llegara y se sentara, fíjense qué simple y sólido. Que se concentre, que se acumule, que se pase el tiempo en una monumental concentración. Con actividades, micro teatro, zanqueros y mimos, kioscos de rápida instalación, personal que distribuya agua potable con brigadas de primeros auxilios. Los dirigentes políticos caminen, ellos, visitando a las personas, organizando micro-mítines. Que sea una colosal fiesta democrática por la democracia, por la libertad de todos y en especial de los olvidados presos y exiliados políticos, por el rescate de la Venezuela libre, próspera, decente, honesta, plena de principios éticos y valores ciudadanos, de buena educación, la que teníamos –con sus defectos- y a la cual todos, hasta los chavistas hartos y decepcionados queremos volver a construir.
Que se organice la llegada a Caracas de miles de personas no sólo en autobuses aislados y controlables por “puestos de control” militares y policiales, sino también en cientos de carros, de manera que esas alcabalas, que las habrá, se transformen en auténticos colapsos del tránsito en las autopistas y carreteras de acceso a la capital, que haya brigadas femeninas que enfrenten a los uniformados. Las mujeres no tienen miedo, tienen coraje, autoridad son madres y esposas, saben enfrentarse a los machos envalentonados por sus armas, lo han demostrado sobradamente, los ejemplos sobran.
Ese viaje debería ser por la noche o de madrugada, las alcabalas se complican, además los caraqueños pueden ir ocupando la autopista desde temprano a medida que vayan llegando. Esa madrugada capitalina debe ser ruidosa, concurrida, rebosante de gente. La otrora capital del cielo, debería amanecer civilmente ocupada, que haga imposible la ocupación militar. Todos a la autopista directamente, paren autobuses y carros a lo largo de hombrillos y calles, volumen, ¡volumen! Empezar temprano todavía oscuro, grupos con luces y señales de alarma para avisar al tráfico vehicular que comienza una esperanza.
¿Qué hacemos con motorizados y colectivos? La respuesta simple, ¿cuántas motos tiene la oposición? ¿Cuántos jóvenes y adultos que practican artes marciales pueden ayudar? ¿Cuántas mujeres decididas y disciplinadas para rodear -no para golpear ni insultar- a guardias y policías? Una idea, que las damas lleven envases cargados -no con agua ni suciedad- sino con perfume de fragancia y olor a paz, a reencuentro, a Venezuela, para rociar escudos que cuando el guardia regrese a su casa tenga que dar explicaciones de dónde estaba, qué hizo y cómo lo hizo.
Cambien ese jueves atravesado por el sábado 3. Irá más gente. No a caminar; a plantarse, a estar allí, a hacerse ver. ¡Si, hacerse ver! ¡Visualizarse! Gritarle con testimonio y evidencia al mundo que somos mayoría, una inmensa mayoría, que queremos cambio, que deseamos vivir mejor, que ambicionamos un excelente futuro para nuestros hijos, nietos y que estamos preparados para hacerlo. Del 1 al 3 de septiembre, la diferencia puede ser y será muy grande. Aplastante. Llenará de emoción y fe a los opositores, de asombro e interés al mundo y de temor al madurismo, sus colectivos y sus militares que por primera vez aprenderán a respetar lo que ellos llaman pueblo y nosotros ciudadanos.
Exhortación final, coloquen a María Corina Machado y Lilian Tintori al frente, a cargo de esta maravillosa oportunidad que el destino nos presenta. Dejen de apartarlas, no sean tontos, úsenlas, que ellas saben qué y cómo hacer lo que hay que hacer. Quédense tranquilos, no son enemigas ni adversarias, son amigas de las buenas, de las que hacen falta.
@ArmandoMartini