Pero detrás de la fiesta y el circo montado en Cuba, lejos de celebrar la longevidad de asesino barbudo, su larga vida comienza a convertirse en un problema de estado para el actual régimen cubano, pues la muerte del barbudo es una condición sine qua non para la transformación urgente que necesita la isla, y Fidel ha venido torpedeando de manera sutil pero efectiva, no solo porque su sola imagen representa la tiranía enquistada en el poder de manera vitalicia, sino que su presencia viva es un ancla en el pasado que todo el pueblo cubano está desesperado por borrar y con quien nadie, a excepción de los serviles comunistas trasnochados, se quieren retratar.
La apertura cubana ha sido un proceso lento minuciosamente planificando por Raúl Castro desde antes de tomar el control formal del poder, estructurando un giro hacia el capitalismo que lo llevó a establecer lazos súper secretos e impensables con Estados Unidos por intermedio del Vaticano, aún antes de su ascensión al poder e inclusive antes de la muerte en Cuba de Hugo Chávez. La muerte de Fidel se ha convertido en una necesidad para Raúl y la nomenclatura que está lista para tomar el relevo político.
La defenestración del fracasado y criminal modelo marxista-fidelista necesita morir con el viejo tirano, y no sólo de manera simbólica. Raúl necesita pasar a la historia como el salvador de la revolución, y posiblemente su nieto asuma el control del país antes que ocurra una importante apertura política que elimine el partido único. Es una necesidad de supervivencia, por lo que es posible que mientras los bobos que fueron a celebrar la larga vida del psicópata nonagenario, se sorprenderían al saber que posiblemente el comandante Raúl haya brindado con el más fino champagne –como lo hizo en París– para que estos 90 años sean los últimos del nefasto viejo carcamán.
El invitado de honor, Nicolás Maduro, feliz en su papel de regente de la Colonia Cubana Venezuela, se trasladó personalmente con un séquito de chulos y la inefable tía Cilia, para arrastrarse ante las faldas del viejo dictador, un acto repudiable, en especial cuando no fue capaz ni siquiera de hacer acto de presencia pública el pasado 24 de Julio para conmemorar el natalicio del Libertador Simón Bolívar, a quien no sólo irrespeta utilizando la falsa imagen del Bolívar zambo y deforme, sino que lo degrada al llamar bolivariana a esta revolución de delincuentes y narcotraficantes que han destrozado de manera casi irreversible a Venezuela. Por si esto fuera poco, Maduro llegó acompañado de una especie de inmoral secta de enchufados que inventaron el bodrio “Corazón Llanero en Cuba”, para seguir robando y desangrando las divisas que no se utilizan para medicinas o bienes esenciales. Nos queda clarísimo a todos el por qué los hermanos Castro ordenaron a Hugo Chávez nombrar sucesor a un personaje oligofrénico como Maduro, cuya ineptitud intelectual lo convierte en el primer peón de la dictadura cubana, a quien le rinde fidelidad y obediencia a toda prueba, aún incluso por sobre la desgracia del pueblo venezolano, a quien desprecia.
Raúl sabe que Venezuela colapsó, y necesita de los pocos petrodólares que todavía son suficientes para mantener a la isla, mientras el infierno se decide finalmente en llamar a Fidel a rendir cuentas y pueda acelerar su proyecto de apertura. No importa que los venezolanos se mueran de mengua. Eso no es problema de Cuba. Lo importante son los dólares, las triangulaciones de importaciones de alimentos y medicinas vencidas en divisas, y obviamente las decenas de miles de barriles de petróleo gratis, que sin ni siquiera llegar a Cuba, son revendidos en el mercado negro internacional, generando más ruina a Venezuela y a los Castro una fortuna trillonaria que les permitirá seguir tranquilos por varios años una vez que Maduro sea conminado por el pueblo a salir del poder, enjuiciado en la CPI de La Haya, y en los tribunales ordinarios internacionales que le siguen la pista a los sobrinos y narco-generales de quienes se ha declarado protector, y los venezolanos rescatemos finalmente a nuestro país de la desgracia jamás conocida en nuestra historia. ¡Gracias por todo, Fidel!