Ni el desprestigiado Ernesto Samper, con una Unasur debilitada como todas las instituciones regionales golpeadas por su ideologización; ni los ex presidentes Zapatero, Fernández y Torrijos, ni imparciales ni independientes, como es reconocido por todos, han podido avanzar en la solución de la crisis venezolana y ello simplemente por cuanto una de las partes ha decidido trancar el juego.
No es la primera vez que el chavismo procede de esta manera torpe. En todos los casos el final fue siempre adverso. En Honduras, recordémoslo, el chavismo, apoyado entonces por el irresponsable Lula y en medio de un silencio cómplice de las “democracias” de la región, trancó el juego y Zelaya perdió. Más tarde en Paraguay con Fernando Lugo los “revolucionarios” trancaron y perdieron de nuevo, en presencia del entonces Canciller Maduro, lo que se repite hoy en Brasil con la separación democrática y constitucional de Dilma Rousseff de la Presidencia de la República. En Venezuela, sin duda, el resultado será el mismo.
En todos los casos, un denominador común: Corrupción, fracaso en la gestión de gobierno, arrogancia y un empeño sin límites en aferrarse al poder, desconociendo la realidad.
Los fracasados gobiernos revolucionarios fueron simplemente “revocados” y siempre, tal como se plantea hoy en Venezuela, de manera absolutamente compatible con las normas constitucionales aunque en todos los casos, otro elemento en común, el chavismo regional, los haya calificado de “golpes de Estado”.
En Venezuela se repite el mismo escenario. Un régimen derrotado y corrupto ineficiente y populista, mentiroso y manipulador, desacreditado dentro y fuera, tranca el juego pero sin ánimo de contar los puntos, como se hace en el dominó.
La situación que vive hoy Venezuela nos recuerda la vivida por los pueblos centroamericanos en la década de los 80 cuando por iniciativas externas, de gobiernos, Suecia; e intelectuales del mundo como, Gabriel García Márquez, entre muchos otros, se abrió el espacio al Grupo Contadora, integrado por gobiernos de la región, al comienzo, México, al que correspondió la iniciativa; y los gobiernos de Colombia, Panamá y Venezuela cuyos Presidentes apoyaron decididamente las acciones en favor del restablecimiento del orden en la región. Si bien es cierto que el Grupo no resolvió el conflicto que vivía entonces la región, permitió que se llegara por otros caminos de paz hacia los acuerdos de Esquipulas que marcaron sin duda el futuro de la región.
Los tiempos pasan y las situaciones se repiten lo que nos recuerda hoy la inteligente propuesta del Presidente del Perú Pedro Pablo Kunziscki, un demócrata que ha expresado sin ambages su preocupación por la democracia y por el respeto de los derechos humanos en Venezuela, al asomar la idea de un “nuevo Grupo Contadora” que permita que gobiernos democráticos en funciones apoyen el camino que los venezolanos deben seguir para superar la crisis que no es más una crisis simplemente interna, sino que por sus dimensiones afecta cada vez más la paz y la estabilidad de la región.
Un grupo de Presidentes, con el apoyo de otros gobiernos de la región y de fuera de ella; por la OEA y por la ONU e incluso del Vaticano, podría en el corto plazo -pues no hay otro!- conducir a un proceso que nos lleve a la recuperación de la democracia y de las libertades en Venezuela. Un Grupo que por su credibilidad, independencia e imparcialidad podría hacer propuestas válidas con el apoyo también del activo Grupo de ex Presidentes iberoamericanos que con empeño democrático ha logrado poner la crisis de Venezuela a la vista de la comunidad internacional que hoy más que nunca tiene una enorme responsabilidad en cuanto a la solución de nuestra crisis.
Robert Carmona-Borjas