Hace dos décadas, unos investigadores pensaron que sería una buena idea comerse una cámara por el bien de la ciencia. La idea sería desarrollar un dispositivo ingerible que recorriera el sistema digestivo hasta lugares donde una endoscopia no podría ni acercarse. Tras eso, sería expulsada de la forma habitual por el organismo. ¿El problema? Que semejante tecnología requiere de una batería, reseñó El Confidencial.
Conseguir baterías que no sean tóxicas y puedan ingerirse es el objetivo del investigador de la Universidad Carnegie Mellon especializado en materiales, Christopher Bettinger. Ahora, acaba de presentar en un congreso de la Sociedad de Química Americana su nuevo invento: pilas tan inocuas que están fabricadas con melanina, un pigmento que se encuentra en la piel, el pelo y los ojos.
“Los dispositivos electrónicos comestibles para diagnosticar y tratar las enfermedades es algo que la gente lleva esperando desde hace décadas, pero si quieres llevar dentro una tecnología así cada día debes pensar en los problemas de toxicidad”, explica Bettinger. La clave para solucionar esta cuestión pasa por sustituir los materiales que podríamos comprar en cualquier tienda de electrónica de barrio por otros derivados de sustancias biológicas que se encuentran en nuestro organismo.
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