Cuando se vaya, que se va, queda intacto el verdadero problema. Qué pasa al día siguiente de que tengamos un nuevo presidente. Estoy seguro que nadie cree que será coser y cantar. ¿Todos los Poderes Públicos controlados por el chavismo le harán el camino fácil al nuevo gobierno? ¿Los colectivos armados entregarán sus armas y se irán tranquilamente a casa? ¿El ingente apertrechamiento de recursos financieros de la “revolución” no lo usarán para tratar de hacerle la vida imposible a un nuevo gobierno? La gobernabilidad será compleja y, en consecuencia, difícil la confianza de inversionistas, financiadores y repatriadores de capital.
El chavismo saldrá del gobierno desgastado, muy aporreado…pero vivo. ¿Aguanta Venezuela la continuidad de la polarización pero con los roles invertidos? El gobierno rojo intentó durante 18 años acabar con la oposición, no pudo. Pero en su intento acabó con las fuerzas productivas del país e indujo al autoexilio a buena parte del talento nacional. ¿Va a pasarse los próximos 18 años, el ahora gobierno “opositor”, tratando de acabar con el chavismo? ¿O defendiéndose de las arremetidas institucionales, de calle o de cualquier tipo de un chavismo desesperado por retornar al poder?
Aquí nadie tiene fuerza para acabar con el otro. No es posible ni deseable. Entonces debemos aprender a convivir, y no reproducir ahora desde el gobierno, las prácticas y estilos del autoritarismo defenestrado. Hay que civilizar la confrontación, sin eludirla, en aras de un país que nos trasciende.
Los proyectos son antagónicos, pero nadie tiene fuerza, insisto, para imponer el suyo a rajatabla. Eso no lo ha entendido este gobierno irresponsable. Lo debe entender quienes van a gobernar.
Por eso nuestra meta no puede ser solo sacar a Maduro y su Modelo Marxista de Gestión.
La meta debe ser rescatar a Venezuela, encaminarla al progreso, calidad de vida y libertad. La salida indispensable del presidente Maduro y su cúpula es solo un medio, no una meta.
Y es un medio porque ellos están imposibilitados para emprender ese camino, aunque lo quisieran, porque no entienden que solo el empuje del emprendimiento privado y personal genera la potencia social para el despegue nacional. Su salida del poder es una condición para la recuperación.
Una condición necesaria pero no suficiente.
Lo otro que se necesita es que ellos se vean en la foto de ese nuevo país. Que entiendan que aquí no vienen persecuciones y retaliaciones, que aquí habrá democracia en serio, que la alternancia en el poder solo estará limitada por la capacidad de conseguir votos en procesos electorales, pero ahora sin un Estado ventajista y marrullero.
Pero si dijeramos que la meta es solo sacar a Maduro y su modelo, sin delinear claramente una Venezuela incluyente y plural, estamos reproduciendo una visión tan sectaria como la de ellos y estamos colocando el tren en vía de colisión.
Si la única meta es expulsar a Maduro y acabar con su modelo ellos pelearan a muerte su permanencia en el poder. Habría que confrontar hasta que uno de los dos caiga derrotado. La victoria sería pírrica y el costo lo pagará el país.
Si la meta, en cambio, es reconstruir a Venezuela, en esa foto puede y debe haber espacio para todos y que eso nos ponga en la vía de un entendimiento donde pueda haber una transición ordenada de poder y de modelos, con garantías y espacios para todos los que apuesten a la democracia, progreso, justicia y libertad.
Si el adversario no sabe lo que viene después del revocatorio (o su equivalente) y no hay una foto en la que él exista, preferirá el choque de trenes a la transición civilizada. Un choque de trenes es casi el peor escenario. Hay que evitarlo. Hay uno peor aun y es quitarse del medio y permitir que el tren del desastre gubernamental termine de acabar con Venezuela. Eso no pasará. Y eso también lo debe saber el gobierno.
Es labor de la oposición ponerse de acuerdo en esa foto del futuro incluyente y progresista, y mostrársela claramente a los gobernantes. Y si hay sabiduría en el gobierno, ambos podremos mover un poco las vías para que los trenes, cada uno en su riel, puedan encaminarse hacia la foto y no hacia la colisión trágica que propician sectores extremistas del gobierno.
Pero para dolor del extremismo enchufado, la realidad es terca. Nadie negocia si puede imponerse, por eso Maduro quiere diálogo. Y justo por eso es tremendamente importante el éxito que todo indica que tendrá la marcha del 1ero de septiembre. Será pacifica y multitudinaria, no será solo por la fecha; sino por que la presión de calle es el lubricante para la negociación (!que grosería!) efectiva, y no del diálogo efectista para la televisión. Esa negociación lubricada por la presión cívica de calle y la opinión internacional es la que de verdad puede abrir la puerta del RR16 (o su equivalente).
Y por esa misma razón nosotros también necesitamos sentarnos cara a cara con el gobierno, con el soberano a nuestro lado, para mostrarle al gobierno la foto del futuro …pero también la película del tren en movimiento.
Vicente Díaz
@vicentedz