La vida de todo ser humano transcurre entre satisfacciones e insatisfacciones. Pareciera ser una ley de la vida que transcurre fluidamente, sin obstáculos en el camino, dando a unos cosas deseadas, a otros las no muy deseadas y algunos reciben dosis de uno y otro, estableciéndose una especie de equidad aparentemente natural.
Los hombres a lo largo de sus existencia, corta o larga, buscan satisfacer sus necesidades, su curiosidad, ampliar su conocimiento hasta fronteras insospechadas, si acaso éstas existen. El hombre busca, hurga por doquier para satisfacer sus inquietudes, sus goces y sus placeres.
Los teóricos del utilitarismo, los ingleses Jeremy Bentham y Stuart Mill, mantienen como fundamento de la Utilidad que “las acciones son correctas (right) en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas (wrong) en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad.” Es esa disyuntiva en la que se debaten los seres humanos a la hora de evaluar la gestión pública de un gobierno. Más recientemente Rawls advirtió que los individuos aspiran a una vida que tienen razones de valorar.
Anomía roja
Cada vez que los ciudadanos se dan cita en unos comicios electorales persiguen dotarse de un gobierno que ofrezca importantes grados de satisfacción. Toda sociedad aspira un cierto orden: un sistema de justicia que actué con imparcialidad; un modelo económico que permita crecimiento pero también el desarrollo económico, no solo abriendo oportunidades sino ampliando las capacidades de los ciudadanos, posibilitándoles competir por una mejor calidad de vida. En fin, las sociedades buscan la mayor cantidad de bienestar posible.
Cuando las instituciones del Estado van a contrapelo de las aspiraciones colectivas los ciudadanos buscan los medios para corregir las distorsiones que afectan su felicidad: en la medida en que el sistema de justicia, integrado por dirigentes del partido de gobierno, actúa con parcialidad enfrentando a un poder legítimamente electo como el Poder Legislativo; cuando el Poder Ejecutivo no es capaz de proveer los medios esenciales para la subsistencia y seguridad de sus habitantes; si sus Fuerzas Armadas dejan sus funciones para asumir aquellas que corresponden al orden civil desfigurando drásticamente el origen civilista del gobierno y, además, cuando éste recurre subterfugios para ocultar su incompetencia y mantenerse en el poder; a los ciudadanos no les queda otra salida que la sustitución de los gobernantes.
Falsos positivos
El referendo revocatorio es una vía constitucional para devolverle al país la institucionalidad extraviada en este régimen. Los obstáculos han sido innumerables y no se ocultan en la esfera del poder, obscenamente subordinada al Ejecutivo. De la misma manera que el gobierno pretende engañar al país colocando al militares a resolver los problemas de abastecimiento de alimentos como si antes no hubieran estado a cargo de esas funciones, fracasando estrepitosamente, ahora se acerca la hora de señalar que los promotores del revocatorio actuaron fraudulentamente.
Han ordenado desde el gobierno llevar al referendo para el 2017, seguramente así será. De lo que ahora se ocupan es de cómo evitar la avalancha de manifestaciones de voluntad que debería ocurrir a finales de octubre y, para ello, un falso positivo se ha diseñado para descalificar a la MUD como promotor. Dos recursos han interpuestos ante sus dirigentes judiciales y electorales que pueden impedir la continuidad del proceso revocatorio. ¿Se atreverán?
@LeoMoralesP