“Cuando me duele la barriga y la cabeza por el hambre, lo que hago es acostarme a dormir”

“Cuando me duele la barriga y la cabeza por el hambre, lo que hago es acostarme a dormir”

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Tener las mayores riquezas probadas de petróleo en el mundo le ha servido de nada al gobierno de Nicolás Maduro para traer progreso a Venezuela. La historia de Kennedy y de Stephanie remarca la inhumanidad en Miraflores; ambos niños fueron devorados internamente por parásitos, dada su desnutrición. Kennedy y Stephanie son los rostros más recientes del hambre denunciada por activistas y la comunidad de Brisas del Sur, en San Félix. Los datos más recientes del INE, correspondientes al primer trimestre de 2015, confirman el progresivo aumento de la pobreza. Los pediatras y residentes del Pediátrico Menca de Leoni alertan del aumento de casos de desnutrición. El hambre es un delito que no prescribe. Este es un gobierno de miseria, publica Correo del Caroní.





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Cuando Christian, de 17 años, cargó a su hermano en la tarde del 21 de julio, supo que no se podía hacer nada. En un primer momento quizás vislumbró alguna posibilidad de salvarlo, de que viviera, pero cuando ya había salido de la casa, supo que cargaba un cadáver.

El hermano de Christian, Kennedy, de 14 años, sordomudo y con trastornos de crecimiento, murió ahogado. No se tragó algo. Más bien, a él, de a poco, se lo tragaron. El informe de autopsia detalló la causa: asfixia mecánica por parásitos intestinales.

¿Qué tanto puede expresar la frialdad de un informe forense, más allá de una sarta de palabrejas indescifrables, ese papel desprovisto de todo sentimentalismo, requisito burocrático para corroborar que una vida ya no es? No mucho. Lo que puede expresar demasiado es el recuerdo de Christian con su hermano en el regazo. Del cuerpo huesudo de Kennedy y de las lombrices que le borbotearon por su nariz y por su boca. Eso fue lo que vio. Ese recuerdo que ahora se le traslada sin resquemores a las pesadillas y se le aloja en los días para insistir en que la miseria y el hambre lo mataron: Kennedy, como ahora se hace norma en Ciudad Guayana, también murió desnutrido. Otro venezolano que mató el hambre.

Hambre2Políticas distorsionadas

Milagros Castro, doctora del Pediátrico Menca de Leoni, sentencia que, a pesar de los intentos oficiales por ocultar lo que ocurre con el hambre en Venezuela, la práctica diaria le permite concluir que más de 50 por ciento de los casos que llegan están asociados a complicaciones por desnutrición.

“Los parásitos en un niño mal nutrido son más. Son pacientes inmunosuprimidos y es más fácil que los parásitos los ataquen. Juegan en la tierra y allí está la mayoría de los parásitos”, explica.

¿Por qué hablar de intentos oficiales por silenciar lo que ocurre? Además de una razón obvia, que es ocultar el fracaso en materia alimentaria, están los síntomas: quienes redactan los informes médicos solo se enfocan en la consecuencia, pero no en la causa. Resultado: la desnutrición en los números oficiales no existe.

Este año, la gestión de Nicolás Maduró anunció, como medida definitiva al problema de la escasez de comida, la conformación de los comités locales de abastecimiento y producción (CLAP) que, a la postre, han sido una suerte de brazo ejecutor del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Tal fracaso es el que Castro mira prácticamente a diario.

Era la niña de otra niña. Se llamaba Aketzali González. Era la niña de otra niña porque su madre es menor de edad: 17 años. Era, porque murió el lunes 22 de agosto antes de que fuesen las 9:00 de la noche. Tenía siete meses.

Su agonía duró poco más de un mes. Estuvo entre módulos y hospitales de El Palmar y Upata hasta que, finalmente, la hospitalizaron en Guaiparo. Quienes la vieron en sus últimos días pensaron que se había quemado: tenía la piel reseca, opaca y con hematomas. Apenas pestañeaba para medio esconder las pupilas dilatadas y su única movilidad estaba en el tórax, que se inflaba con desespero. El ojo izquierdo se le vació de a poco.

No estaba quemada. Todos esos signos eran la consecuencia de la desnutrición y de la deshidratación que su madre desconocía que tenía.

“Cuando comenzó a botar algo por la nariz pensé que era el juguito o la vitamina que le maduraba esa gripe, pero, o sea, tenía un olorcito feo y no se me ocurrió traerla. Dicen que era una bacteria que agarró y que recogió allí por la desnutrición. Lo que pasa es que ella nunca quiso la teta y la leche la rechaza”, dijo.

El caso de Aketzali González ilustra otra de las ramas del problema: el desconocimiento. Y de eso también es ejemplo el eje en donde vivía Kennedy: el de Brisas del Sur, Chirica Vieja y San José de Chirica.

En ese último sector está una sede de la Fundación Me Diste de Comer y la casa de retiro Emaús, que dirige el párroco de San Martín de Porres, Carlos Ruiz.

En los dos centros atienden varios casos de desnutrición. Procuran poner la atención en todos, pero no siempre lo logran. No porque no tengan comida (que se les complica conseguir), sino por la misma reticencia de las familias.

Acá es cuando en la historia irrumpe el caso de Stefany Farfán. Vivía con sus cinco hermanos, su mamá y un padre fluctuante en un rancho en Brisas del Sur. Tenía la hinchazón típica provocada por los parásitos, el cabello de varios colores, la piel opaca y decaimiento. Tenía dos años pero su madre se empeñaba en decir que eran ocho meses.

Murió el viernes 12 de agosto. Las lombrices le llegaron a la cabeza y le provocaron la infección que la mató. Una semana antes, el día en que su mamá se empeñaba en decir que tenía ocho meses, una de sus hermanas, aprovechando que estaban solos en el rancho, contó que comen una vez al día y lo que hace para no padecer los efectos: “Cuando me duele la barriga y la cabeza por el hambre, lo que hago es acostarme a dormir”.

Ocurre, por cierto, en la misma ciudad sobre la que el gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez, dijo hace un año que “aquí nadie está pasando hambre”.

ComillasNEGRASgrandesLo poquito que me dan es lo que le doy a ellos. Si consigo una harina, es lo que voy a comer. Si consigo un arroz, es un arroz. Y si es un huevo, es una ñinguita para cada uno”.

Contrastes

Según el último Perfil Nutricional de Venezuela, del Instituto Nacional de Nutrición (INN), la desnutrición infantil se ubicó en 3,4 por ciento (en niños menores de 5 años). Pero hay un detalle: desde 2014 no se publica.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), apunta que Venezuela está en el cuarto puesto de países de Latinoamérica y el Caribe con menos desnutrición infantil.

Le resulta difícil creerlo (y comprenderlo) a Kelly Navale. Vive en Chirica Vieja con sus cinco hijos. Esa mañana del martes 23 de agosto acaban de terminar la que seguramente será la única comida del día: arepa. Una para cada uno. Al lado de la cocina hay una cáscara de huevo: un huevo que dividió entre los niños, un huevo para cuatro. La única porción de proteínas de esa jornada. Hasta mañana. Si acaso.

“Lo poquito que me dan es lo que le doy a ellos. Si consigo una harina, es lo que voy a comer. Si consigo un arroz, es un arroz. Y si es un huevo, es una ñinguita para cada uno”.

– ¿Y carne? ¿Y pescado?

– Uuuuuffff… tengo tiempo que no veo eso. Toda esta semana he comido así: la arepa sola.

El último informe del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) refiere que una familia necesita 363 mil bolívares para comer. El bono de alimentación recién decretado por Maduro es de 44 mil bolívares. Pero, ¿qué hay de las familias que ni siquiera perciben eso? Es el caso Navale, quien tiene que habérselas con 14 mil 500 del programa Hogares de la patria.

Chirica Vieja, en donde viven Kelly sus hijos, está a pocos metros de la vía aUpata. Por ella transitan los camiones que vienen de Brasil cargados con comida que ahora Venezuela no puede producir: es el mismo país en donde ahora también se muere de hambre. En Chirica Vieja ya ha ocurrido. Y puede seguir ocurriendo: todo está servido para que así sea.