Cuando avistaba el ocaso de una vida política entre las bambalinas del poder, Michel Temer cambió de planes. Ya no quería las sombras, el vicepresidente quería gobernar Brasil y acabó subiéndose al sillón de Dilma Rousseff.
Por Rosa Sulleiro/AFP
Culminada la caída ante el Senado de la que fuera su aliada durante media década, este estratega de 75 años, andar erguido y aire distante juró su cargo el miércoles como el gobernante del quinto país más poblado del mundo hasta el final de 2018.
El objetivo de llegar al poder lo trazó hace meses, por décadas le rehuyó. Y ahora, todos los focos apuntan a quien fue descrito como “mayordomo de una película de terror” por parte de un viejo enemigo político.
La primera señal fue cuando se quejó de ser un “vicepresidente decorativo” de Rousseff y el golpe definitivo llegó a finales de marzo cuando orquestó la salida de su poderoso PMDB (centro-derecha) del gobierno agonizante.
El mandato de su compañera de fórmula quedó entonces herido de muerte y, en poco más de un mes, Temer era ya el presidente interino de Brasil, a la espera de que se concretara la destitución.
Ese día llegó. En una ceremonia breve, después de tomarse selfies con los senadores que lo llevaron al poder, asumió sin dar discursos.
Bromista frustrado
Pero en el epicentro del terremoto es imposible tener todo bajo control, incluso para quien sobrevivió en los envenenados pasillos de Brasilia desde 1987 y presidió durante 15 años el heterogéneo PMDB.
En sus primeras semanas de gobierno, la foto de su gabinete formado exclusivamente por hombres veteranos, blancos y conservadores saltó a las portadas, antes de que tres de ellos tuvieran que dimitir por verse relacionados con el fraude a Petrobras.
Tampoco caló su discurso de unidad nacional en una parte de la población hastiada por una crisis sin fin, que cuestiona su legitimidad y le mostró su hartazgo al mundo abucheándole en la apertura de los Juegos Olímpicos.
Del lado de este político que se definió de “hablar dulce” frente al tono “agresivo” de Rousseff siempre estuvieron, sin embargo, los mercados, que le recibieron con alivio y acogieron optimistas los planes de ajuste anunciados por su equipo económico.
No se esperaba de alguien conocido por su templanza un enfrentamiento tan directo con Rousseff, quien le acusa se de ser el “jefe conspirador” de su salida.
La crisis que sacude a la mayor potencia de Latinoamérica no ha dejado a nadie donde estaba, o donde decía estar.
Es así como Marcela Temer, la joven tercera esposa del ahora presidente, es primera dama. Madre de su quinto hijo y con el nombre de su marido tatuado en la nuca, esta exconcursante de certámenes de belleza es 43 años menor y fue ensalzada en un polémico perfil de la revista conservadora ‘Veja’ como la primera dama perfecta: “Bella, recatada y de su hogar”. El artículo no tardó en hacerse viral.
“Embarque”
Michel Miguel Elias Temer Lulia nació en 1940 y creció en una finca del interior paulista como el menor de ocho hermanos de una familia de inmigrantes libaneses católicos llegados a Brasil 15 años antes.
En la capital económica del país se convirtió en un prestigioso abogado constitucionalista e inició la carrera que lo llevó a ser tres veces presidente de la Cámara de Diputados durante sus seis mandatos como legislador del PMDB.
Sus modos refinados, sin embargo, siempre le apartaron de los brasileños. Una encuesta de Datafolha cifró su aprobación popular en un 14% el mes pasado, apenas un punto por encima del respaldo que tenía Rousseff antes de ser suspendida.
“Dicen que tengo que cambiar mis maneras, que soy demasiado ceremonioso. ¿Pero cómo? Siento envidia de quien hace bromas. Yo no sé hacer eso“, contó a la revista Piauí en 2010.
La protección de los bastidores no impidió que Temer se viera salpicado por el megaescándalo de corrupción en Petrobras, donde su nombre ha sido citado en varias delaciones hechas por acusados que buscan reducir sus condenas.
El ahora presidente niega cualquier vinculación con la trama y la justicia nunca ha presentado cargos contra él.
Temer se arriesga a no poder presentarse como candidato a las elecciones de 2018 por haber realizado donaciones a campañas electorales en 2014 por un valor más alto del que permite la ley. Aunque siempre dijo que no pretende renovar el mandato.
Y ahora, con Rousseff hundida, suenan desconcertantes los versos de “Embarque”, uno de los poemas que Temer escribía en servilletas hasta que en 2013 dio el paso de publicarlos en su libro “Anónima intimidad”.