La panadería está muy concurrida en la tarde sabatina, dos guardias nacionales recorren el local, de repente el encargado señala a una persona que está saliendo; lleva dos panes canillas y un envase de plástico con jugo, viste la camiseta del Barsa. Había comprado los dos panes y no había pagado la bebida por lo que la regresa al refrigerador comentando: “no he comido hoy, tengo hambre”. El hombre no tenía aspecto de ser un vividor, su alegato y semblante mostraba sinceridad.
Concurro al día siguiente al encuentro de varios amigos que coincidimos con frecuencia en amenas tertulias, como es inevitable la conversación versa sobre las dificultades de las vivencias del día a día; uno de nuestros contertulios hace una interesante observación: los vecinos con los cuales tiene años conviviendo, ya no saludan con el entusiasmo de antes, los buenos días son más bien lacónicos, las diálogos son breves y someros, apenas intercambian frases convencionales. La sonrisa en los rostros ha sido sustituida por un rictus. La acostumbrada conversación ha mermado.
En la conversa constatamos la disminución del peso entre empleados y conocidos en lugares que frecuentamos. Los presentes no estamos exentos. Alguien relata el caso de una empresa que posee comedor donde los trabajadores solicitan al médico en las consultas que los reposos sean breves y en las tardes para poder almorzar allí. Surgió también el comentario de cómo aumentan los hogares donde los padres dejan de hacer algunas comidas del día para que sus hijos puedan alimentarse.
En las más insignificantes facetas de nuestra cotidianidad se refleja los signos que gravitan en la honda crisis que confrontamos y las preocupaciones que abruman a los venezolanos de hoy. Los padecimientos que sufrimos para poder conseguir alimentos y estirar los pocos Ingresos devorados por la galopante inflación, las agobiantes colas, la escasez de productos de la cesta básica y medicinas constituyen verdaderas calamidades consuetudinarias. Sumado a ello el permanente asedio de la inseguridad y la ineficiencia de los servicios públicos conforman un cuadro verdadera dramático
El pasado fin de semana Nicolás se permitió burlarse con lo de la “dieta Maduro” al referirse a la delgadez de un empleado, haciendo un chiste insolente y de mal gusto, pretendió además justificar la “mentada de madre” a Henry Ramos en cadena nacional, con el título de una canción afirmó que: “le salió del alma” Dos claros ejemplos de la manera irresponsable como se conduce el heredero del legado.
No está en capacidad de conducir un proceso para superar la crisis, no puede ni quiere dar el “golpe de timón”, su atavismo se lo impide. El desconcierto va en aumento, su reacción ante el primero de septiembre y lo de Villa Rosa lo tiene perturbado, no se sitúa en realidad.La cúpula gobernante acompaña sus desaciertos, les obsesiona el poder que tienen y nunca imaginaron poseer. El proyecto actual es su conservación, esa es su razón de ser, su verdadero postulado, su razón de vida. Así pretenden continuar “corriendo la arruga”, el país nos resiste, la situación es inaguantable. La represión no podrá detener la decidida voluntad de cambio que se manifiesta permanentemente, el régimen está extenuado, no tiene futuro.
El rechazo al gobierno “nos sale del alma” a la inmensa mayoría de los venezolanos que reclamamos el cambio político a través del referéndum revocatorio, figura contemplada en la Constitución -puede y debe realizarse este año- para abrir causes a la alternativa democrática, despejando el camino para la transformación del actual estado de cosas y avanzar en una dirección de progreso en paz.