Un problema adicional muy notable es el producido por la crisis de representación política que precede al chavismo y se ha profundizado con éste. El advenimiento de Chávez se produjo en buena medida porque los partidos dejaron de representar cabalmente a la sociedad, incluida parte de su militancia activa. Los “cogollos” -¿se acuerdan?- habían confiscado la representatividad. Ese problema no se ha solucionado, especialmente porque democratizar instituciones en el marco de una dictadura es casi imposible. La consecuencia es que cuando “los cogollos” dialogan con el enemigo no necesariamente representan lo que la sociedad que los inspira considera aceptable.
El antídoto para la restricción mencionada es la transparencia, pero de acuerdo a varios de los que intervienen en las tratativas actuales, hay aspectos “que no pueden mostrarse al público” porque, es de presumir, la reacción podría ser similar a la que ocurrió con la encerrona dominicana abortada por la afortunada filtración que se produjo.
La guinda de la torta es la participación de personajes cínicos como Zapatero y cófrades, que han querido imponerse como mediadores siendo portavoces de la posición de Maduro, que es negar el RR 2016. No sólo son agentes del régimen, aunque pretendan disimularlo con antifaz y cucurucho de “yo-no-fui”, sino que han desplazado –con la insólita aceptación de varios opositores- a aquellos ex presidentes como Andrés Pastrana, Jorge Quiroga, Laura Chinchilla y Felipe Calderón, entre otros, al lado de Luis Almagro en la OEA, que se han jugado por la causa democrática venezolana.
Un diálogo eficaz significa, al menos: RR 2016, emergencia activa frente al hambre, libertad de los presos políticos y retorno de los exiliados.