Ese individualismo lleva a las personas a hacer lo que les provoca, lesionando por lo general, el derecho que tienen los demás, puestos que las ambiciones desmedidas de muchos, la sed de posesiones e intemperancia, las pretensiones de sobrepasar los otros, sin importar los medios, vulnera sus derechos, constituyéndose en factor determinante de conflictos. Frente a ello, surge como antítesis la necesidad de fortalecer las bases de las correctas relaciones humanas: buena voluntad, respeto, cumplimiento del deber, sentido de justicia, buena educación, amor, solidaridad, aspectos éstos que es necesario rescatar y fundamentalmente, sembrarlos en el corazón y la conciencia de nuestros jóvenes para moldear su personalidad. Sólo en la medida que internalicemos los mismos y actuemos en consecuencia, podremos cambiar la dramática situación de nuestro entorno.
Si observamos la grave crisis de nuestro país es posible identificar esas manifestaciones; por ello, la superación de la misma no se resolverá simplemente con cambios de hombres en la conducción del Estado, sino con un cambio radical en el desempeño de todos a través del fortalecimiento de valores y principios como los señalados, para lo cual es necesario el surgimiento en lo individual y consecuentemente, en lo colectivo de una nueva conciencia. De allí la importancia de propiciar fundamentalmente en nuestros niños, adolescentes y jóvenes ese cambio de conciencia para que puedan operarse transformaciones efectivas en nuestra sociedad, lo cual entraña un asunto estructural y por ende, educativo, si queremos formar ese nuevo ciudadano.
En consecuencia, es impostergable sensibilizar, concienciar y educar a la familia, como la primera escuela del individuo, cuya actividad debería corresponderse con políticas impulsadas por el Estado para que tengan eficacia. Ello no será posible, si quienes lo dirigen tienen una concepción materialista de la vida. Más aún, tal como lo propone el autor, la misma debe enmarcarse en un esfuerzo universal, a través del impulsode una Ética Mundial, si verdaderamente, asumimos que hace falta una nueva conciencia, una nueva ética para abordar los desafíos de los nuevos tiempos.
Evidentemente este planteamiento le confiere una gran importancia a lo espiritual sobre lo material, a lo colectivo sobre lo individual, como única vía para alcanzar el bien común, la justicia social, la paz, a tenor del planteamiento de grandes hombres, desde Cristo u otros como Buda, Confucio, o Gandhi. No hay que esperar a que otros tomen la iniciativa. En principio debe ser un esfuerzo individual que se multiplicará con el tiempo, por ello, el momento de comenzar es Ya!.
César Ramos Parra es profesor universitario
Twitter: @cesarramosparra