Hay que reiterar que el problema del revocatorio no es ni técnico ni legal. Es político, y políticamente es imposible que el gobierno lo acepte antes que no estén férreamente seguras las llaves de Miraflores en manos oficialistas. Solamente así se podrá considerar la viabilidad de que se ejecute el referéndum. Claro que, en tal caso, el revocatorio no tendría ningún sentido para la oposición pero sí mucho para el oficialismo que apostará por un fracaso opositor generado por esa misma falta de sentido.
Aún más delicado y decepcionante es que tal decisión no ha sido sólo una autodefensa a muerte del oficialismo, sino que los dirigentes opositores no sólo lo saben, aunque no lo digan, sino que es uno de sus temas de diálogo porque así lo han reconocido.
Muchísimos han alertado y por ello han sufrido el rigor del insulto y la ofensa, pero María Corina Machado, mujer de una sola y clara línea, definió su posición para que a nadie le quedaran dudas, en lo que fue un mensaje no a Diosdado Cabello, sino a Jesús Torrealba y sus camaradas: “conmigo no cuenten si el revocatorio es en 2017”. La respuesta de algunos opositores: el desprestigio y el insulto de quienes tienen muy cuestionada sus propias costumbres ciudadanas.
Ha sido una semana horrible para el oficialismo, ahogado entre tiranos, el espectáculo lamentable de una reunión de países no alineados la mayoría de cuyos mandatarios no estuvo presente, protestas, cacerolazos y rebeliones civiles en Margarita y muchas zonas del país; la convocatoria a marchar sin asistencia, pues se les olvidó que los contratados para asistir había sido trasladados a la isla. Lo único “relevante” que hizo Maduro, en las narices de jefes de estado, primeros ministros, cancilleres, delegaciones y periodistas de los cinco continentes, fue prolongar la emergencia financiera y el estado de excepción. O sea, reconociéndole al mundo que sigue sin resolver nada y que por la incompetencia tercamente demostrada nada resolverá.
Fue la pasada también una semana horrible para una oposición desconcertada. Se descubrió el secreto de las conversaciones, la demostración y descuido lamentable de la desordenada y débil concentración este pasado viernes 16, la tontería de Timoteo Zambrano con su confusa e infeliz declaración sobre Mercosur. Pero nada que no pueda superarse con al menos una aclaratoria que no confunda más y no sería extremo pensar en una disculpa, no tanto por haber engañado a los ciudadanos, sino reconocer que actuando de buena fe, -estoy convencido de ello- no supo medir a los malandrines del lado rojo. Porque ocultar, amigos, es engañar. Y que conste, las pláticas para resolver los conflictos son necesarias cuando se cumple un mínimo de condiciones.
No perdamos el objetivo de quienes somos opositores más no borregos mudos, ciegos y sordos. Tendremos diferencias del cómo y cuándo, pero el denominador común que nos une es terminar de una vez por todas con este mal sueño. Es hora de ser sinceros, realmente transparentes, con una ciudadanía que siempre ha respondido, y que seguirá haciéndolo, no hay dudas al respecto.
Ya es momento de evitar emprender marchas desorganizadas e intrascendentes. Es tiempo para dejar de creer que tienen a la oposición en sus manos porque no es su capital, es una gerencia que se les ha encargado y en la cual han venido fallando. Reconocerlo es lo inteligente. El comentario no es para culpar, dividir o poner a pelear a unos contra otros, es para corregir, alertar, un llamado de atención para que sigamos sin descanso ni complejos, y midiendo cada paso para ganar al final un futuro mejor.
Veteranos y j??venes políticos deben tener siempre en cuenta que cualquier cosa que digan puede ser un titular de prensa, pero no todo titular es digno de ser dicho.
Ya es hora de que empiecen a proponer acciones alternativas, aunque el TSJ oficialista trate de destruirlas. Una de gran importancia y relevancia es la investigación y consecuencias de la nacionalidad de Nicolás Maduro, que aunque haya nacido en el Guarataro o en Catia tiene también la nacionalidad de su madre colombiana a la cual no ha renunciado; la enmienda constitucional para la cual se necesita la mayoría que la Sala Electoral del TSJ descuadró con premeditación y alevosía con la suspensión de los diputados por Amazonas. Que la Sala Constitucional trabe estas iniciativas es problema del TSJ y sus magistrados, que un día pronto deberán responder ante nuevos magistrados calificados y sin órdenes que obedecer.
La clara mayoría opositora en la Asamblea Nacional debería estar analizando en detalle, y preparando, la convocatoria a una Asamblea Constituyente, llamado al cual no se puede oponer el alto tribunal, aunque quiera.
La Asamblea Constituyente tiene el poder de proponer, discutir y decidir todos los temas, como el propio Hugo Chávez, cuando era fresco y novedoso, les enseñó. Claridad meridiana, sentido práctico dentro de los límites constitucionales, rescate inmediato y amplio de sus deberes reales con los ciudadanos, allí tiene la Asamblea Nacional un reto y un deber que daría nuevas y poderosas fuerzas a una oposición desgastada en un revocatorio al cual el oficialismo se ha opuesto y se opondrá con todas sus fuerzas -que aunque haya perdido la fe y la estima popular, siguen siendo muchas.
Si los dirigentes, diputados y concejales opositores continúan jugando a ser políticos de la vieja escuela, este país seguirá hundiéndose y terminará sepultado entre los lodos del fracaso oficialista.
Los últimos acontecimientos de la horrible semana pasada no son sólo fracasos del Gobierno y de la oposición. Son señales claras del hartazgo de la gente, cansada de desconfiar de los fraudes y fracasos del Gobierno del señor Maduro, y de los secreteos petulantes de los partidos que se han adueñado de una MUD que debería ser representación de todos y ha terminado por ser un club político de cuatro partidos aliados, al menos entienden que ninguno de ellos, por sí solo, es capaz de derrotar al PSUV ni ganar unas elecciones. La realidad los ha golpeado lo suficiente para convencerse de que la inclusión es la clave para logar salir de esta pesadilla que se ha alargado en demasía.
Hagan un acto sincero de análisis, reflexión y arrepentimiento, no sea que el propio pueblo y los ciudadanos les digan lo que ya adelantó María Corina: “conmigo no cuenten”.
Armando Martini Pietri / @ArmandoMartini