En la atmósfera del país, gravitan dos realidades. Una en la cual el venezolano navega en un mar de deterioro económico, social e institucional, de escasez inhumana de alimentos, medicinas, repuestos e insumos de todo tipo, de inseguridad y delincuencia desbordada, de hiperinflación socialista, de militarización de la ineficiencia oficial, de corrupción y mafias enquistadas en el alto gobierno, de rostro tiránico y cínica obsesión por el poder.
Y otra, en la cual solo existe el color rojo y la consigna que evoca a una perenne batalla e imposición, a felicidad revolucionaria y adoración caudillesca, en donde no hay hambre, ni pobreza, ni enfermedades, ni escasez. Una realidad en la que nadie protesta, ni escarba en la basura por comida, ni desnutrición ni presos políticos, y donde hay una sola voz, que aplaude y dice amen al discurso del gobierno. Una donde la suprema felicidad tiene forma de bolsa. La gente, en la calle, siente, padece y sabe cuál es palpable verdad, o mentira propagandística.
Negar su fracaso. Ocultar su rostro de tiranía ramplona, que persigue, encarcela y reprime cualquier manifestación ciudadana de rechazo a su incapacidad, y que pide un cambio en Venezuela, es a estas horas el único propósito del gobierno de Nicolás Maduro. El anuncio de los factores de oposición reunidos en la MUD, ante la intención del CNE de imponer un proceso de recolección del 20% con pocas máquinas, y bajo un inconstitucional ámbito por estados en la recolección de voluntades, amén de asomar la remota posibilidad de celebración del referéndum revocatorio en 2017, gracias a un retraso deliberado, denota que los años de gobierno chavista, las experiencias del pasado y los triunfos del presente han contribuido a madurar el diseño de acciones y estrategias. La presión social y ciudadana en la calle, es fundamental para denunciar esta ilegalidad, y exigir el respeto al texto constitucional.
La mayoría del país quiere un cambio. Quiere superar la trágica circunstancia de un militarismo y comunismo totalitario. El potencial humano, las reservas morales del país, permitirán la reconstrucción de la economía y de la democracia venezolana. Para recuperar también, el sentido de país.
@alexeiguerra