Luis Alberto Buttó: Los tiempos

Luis Alberto Buttó: Los tiempos

thumbnailLuisAlbertoButtoEn política, los tiempos importan mucho, al punto que, en ocasiones, llegan a ser el elemento definitorio en la concreción del triunfo o la derrota de quien aspira a ser poder o de quien lucha por conservarlo. Esto es así tanto por los procesos específicos que en su andar arrastran consigo como por la percepción que el común de la gente tiene de lo que ellos implican en el devenir cotidiano. Extrapolando el planteo proveniente del marxismo escolástico, los tiempos en política pesan una barbaridad porque los cambios en el timón de las sociedades sólo se producen cuando confluyen en sinergia perfecta las condiciones objetivas y subjetivas que los motorizan.

Condiciones objetivas para el cambio político en Venezuela sobran en este momento. Cualquier dato que se agregue al respecto redundaría en la obviedad. De hecho, ciertos análisis celebran que el deterioro desenfrenado de las condiciones de vida experimentado por los venezolanos en los últimos años hará más llevadero el impacto de los programas de ajuste que habrán de implementarse frente a la posibilidad de un nuevo gobierno. Parecieran olvidar estos analistas la ironía no tan oculta de que el sacrificio que valoran positivamente proviene de seres humanos que han pagado con su vida, o están pagando con su hambre, el facilitarle el brete a quienes resulten ser los nuevos encumbrados. Para los que perdieron o pierdan todo no habrá compensación alguna.

Las condiciones subjetivas son otra cosa. Día que pasa es tiempo que compra el gobierno y en ello acumula la mejor de las experiencias, pues de retazo en retazo ha logrado sortear sucesivas tempestades y mantenerse por más de tres lustros en el poder. Tambaleante o incólume, poco agrega determinar la condición. Saben los aprovechadores e ideólogos de la revolución bolivariana que el aparentar mantener espacios, pese a las arremetidas y avances de la oposición, crea en el colectivo la sensación de que este intervalo amargo no terminará de pasar. Al fin y al cabo, bien aprendieron de sus maestros antillanos los mecanismos para quebrar la moral del pueblo y estos fueron instruidos en tan aborrecible arte por sus tutores de los Urales. 70 años duró la Unión Soviética. Impertérrito, el castrismo aún permanece.





Que el bando contrario vocee los triunfos obtenidos hasta el momento luce insuficiente para desmontar la nefasta percepción arriba descrita. 2016 no es 2015. El año pasado, el lapso culminante en diciembre otorgó las fuerzas para andar el camino. Con las maniobras oficialistas de hoy para alargar o borrar el revocatorio, ese lapso esperanzador no se avista con claridad y allí radica la estrategia del desgobierno para desmontar la apuesta opositora. En consecuencia, que el liderazgo unitario actúe, consciente o inconscientemente, como tendero dispuesto a vender el tiempo que el autoritarismo demanda, es una equivocada jugada a la cual no se le puede arrendar la ganancia. Hay que trazar y dar a conocer con toda claridad una línea roja infranqueable y, lo más determinante, hay que estar dispuesto a hacerla respetar. Un día más allá será suficiente para que el gobierno se salga con la suya.

Bastante difícil fue para el sector democrático sumar capacidad de convocatoria y capacidad de movilización. Trabajo de filigrana digno de aplauso y reconocimiento. Sería una torpeza inexcusable propiciar que ambas se diluyan como resultado de la ambigüedad en el lenguaje. Ojalá sirva la advertencia.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3