Gustavo Tovar-Arroyo: Capriles, ¿volverá a claudicar?

Gustavo Tovar-Arroyo: Capriles, ¿volverá a claudicar?

El bravo pueblo

No sé si sea prudente mandarme este artículo en un momento tan sensible como el que está viviendo la nación, pero me siento en la necesidad de escribirlo. Pidieron abrir el debate sobre la conducción opositora y yo lo hago con desinterés, como parte de una reflexión que en voz alta nos hacemos la mayoría de los venezolanos: ¿qué nos pasa?, ¿por qué no reaccionamos con más contundencia ante tanto atropello chavista?

¿Dónde coño está el “bravo pueblo”?

 

La fuerza es la unión

Soy firme defensor de la Unidad y lo seguiré siendo. Como lo he sostenido en reiteradas ocasiones, para lograr nuestro tránsito de la dictadura a la democracia debemos permanecer unidos pese a antipatías y diferencias. La fuerza es la unión, sin duda.

Esta crítica es parte del debate, sólo eso. No debe percibirse como una afrenta divisionista de la oposición porque no lo es. Debe ser interpretada como parte de la discusión que debemos dar los que queremos libertad, justicia, democracia y prosperidad para Venezuela, en el corto plazo.

Claro, los que quieren extender la agonía, los que están dispuestos a darle permanencia a la ruina, los que sin estupor señalan que no hay que buscarle atajos al suplicio, puede que se ofendan.

Ni modo.

 

Un sublime aliento

Seré sutil pero honesto, intentaré no herir susceptibilidades pero mantendré la franqueza. Hablo por muchos, por la mayoría, no sólo por los que están en el exilio, sino también por aquellos que aun estando en Venezuela se sienten extranjeros del vandálico delirio chavista.

Soy parte de una Venezuela que se pregunta “¿cómo llegamos a esto?”, pero que no se ha quedado en el lamento, que ha actuado. En mi caso, es difícil, muy difícil, que alguien me dé lecciones morales o políticas. Con mis propios recursos y esfuerzo, no me fui a los barrios a regalar sardinas o a pintar caritas felices, me fui a las universidades a formar y motivar a decenas de miles de jóvenes para que participaran, con sublime aliento, en la invención y creación de la Venezuela de sus sueños. No de mis sueños, en el de cada uno de ellos. Hoy muchos son diputados, alcaldes e insignes activistas de la democracia y libertad, recios defensores de derechos humanos.

No regalé sardinas enlatadas, formé para que otros las pescasen por sí mismos.

 

Compatriotas fieles

¿Tengo derecho a opinar o soy un pobre en la choza del exilio que ni siquiera libertad de expresión puede pedir? Si estuviera en Venezuela estuviese preso, torturado o muerto. ¿Soy así más útil?

No soy ni me siento un apantuflado, más bien soy, compatriotas fieles, un descalzo. Y los descalzos tendemos a responder con pasión y soltura: la tierra se pronuncia a nuestros pasos, pulsa nuestra desnudez con el latido de los tiempos y emana su ardor hasta el incendio total de nuestro espíritu.

Los venezolanos estamos incendiados de amor por nuestra tierra, ardemos con ella, la vivimos, la sentimos, la agonizamos. En el exilio o en casa, presos o libres, apantuflados o descalzos.

Nada ni nadie impone nuestro patriotismo, mucho menos los disfrazados o los rendidos.

Mucho menos ellos.

 

¿Y si levanta la voz?

Henrique Capriles, otra vez, vuelve a desconcertarnos con señalamientos que por caricaturescos no dejan de ser infelices. Acusó a los “empantuflados” (sic) venezolanos que desde el exilió manifestaban su crítica hacia la Mesa de la Unidad (MUD) por lo que consideraban una conducción errática y excesivamente benevolente con las violaciones flagrantes de la ley y de la Constitución del régimen. Críticas a todas luces racionales, que no deberían motivar ataques de histeria sino reflexión, comprensión y discusión.

Los invitó –Henrique a los exiliados– a regresar al país y “luchar” (imagino que como él) contra el despotismo chavista, a fajarse sin pantuflas, quizá con alpargatas (por aquello de los disfraces), contra la “democracia imperfecta” que es el chavismo.

Haciendo uso de la palabra en el debate, uno se pregunta: ¿luchar o claudicar?

 

El ejemplo que Yon Goicoechea desde Caracas dio

A diferencia de Henrique Capriles, el joven Yon Goicoechea como líder del movimiento estudiantil sí logró derrotar en 2007 a Hugo Chávez (en plena apoteosis) y además logró cobrar esa victoria. Un ejemplo de valor, compromiso y coraje que, organizado y movilizado a través del voto y la protesta, doblegó al sátrapa y dejó boquiabierto a medio mundo.

Después de trastabillar por traición e inexperiencia en la jungla política venezolana, Goicoechea hizo una pausa, se casó, inició una familia, tuvo hijos (tarea complicada para los que la conocemos), decidió salir al exterior –¿apuntuflarse?– a formarse académica y profesionalmente en Estados Unidos y España y, para sorpresa de todos, volvió para “luchar” (no rendirse) por su país.

Como sabemos, al poco tiempo de regresar fue injusta y criminalmente encarcelado, está siendo maltratado y torturado por Diosdi Cabello y sus secuaces, y pocos han levantado la voz para enaltecer el dignísimo ejemplo que Yon en Caracas dio o cuando menos para defenderlo. ¡Increíble! Lo mismo ocurrió con Manuel Rosales.

¿Cómo contrasta dichos casos Capriles con sus disparatados reclamos a los venezolanos en el exilio? ¿Nos sigue recomendando que regresemos? ¿Me visitará en la cárcel como yo lo visité a él?

¿O hará lo mismo que con Goicoechea y Rosales?  

 

El tiempo perfecto del Supremo Autor

Pese a mis críticas, todas ellas provocadas por el debate político, el Henrique que conozco es un extraordinario ser humano, sacrificado, noble, admirable por su entrega y por su capacidad de trabajo como servidor público. Si estuviésemos viviendo condiciones políticas normales no me queda duda que podría ser un líder que marcase un tiempo de bienestar y progreso históricos. Pero estamos ante una dictadura criminal, de las más despiadadas y cínicas que haya conocido Venezuela, y en los momentos cruciales Capriles ha claudicado (todas las claudicaciones tienen justificaciones, lo que importa es el resultado de la claudicación y la de Capriles en 2013 resultó en gran medida nuestra catástrofe actual).

Este año, como lo hizo en las elecciones presidenciales contra Chávez y contra Maduro, Henrique Capriles se ha fajado para alcanzar una salida electoral del régimen a través del Revocatorio. Se lo hemos reconocido y hemos enfilado nuestro apoyo público a su esfuerzo.

Todo indica que el chavismo desconocerá –otra vez– la voluntad del pueblo que quiere cambio, que violará –otra vez– la Constitución y negará –otra vez– el derecho ciudadano a cambiar democráticamente a sus gobernantes. Todo indica que no habrá Revocatorio en 2016. Otro inconcebible fraude histórico.

La pregunta es: ¿qué hará Capriles en esta ocasión que sí cuenta con un masivo y determinante apoyo popular? ¿Volverá a claudicar? No quiero adelantar pronóstico, sólo espero que el reloj divino de Dios ahora sí le muestre a Henrique el tiempo perfecto. Se requiere mucho temple para asumir con bravura popular la hora de gritar con brío: ¡muera la opresión!

¿Lo tendrá?

@tovarr

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