Ver a un niño gritarle a su madre en medio del supermercado, a una mujer embarazada parada en el autobús, o a un abuelo esperando, sin éxito, el abrazo de algún familiar mientras pasa sus últimos días en una casa hogar, son solo tres de muchas escenas que vivimos a diario como parte del deterioro de la sociedad.
La humanidad sufre una crisis de valores sinigual y Venezuela no es la excepción. Ya nadie dice, esto está mal. Pocos piden disculpas. Algunos prefieren reír a corregir una mala acción, e incluso ni se preocupan por mantener los buenos modales.
La realidad es que muchos ya ni dan un simple saludo de buenos días y que el rayado dejó de ser una señal de tránsito. Somos un país donde pasar de una acera a otra no depende del color del semáforo, sino de la amabilidad del conductor. Donde pistoleros roban y matan, y no son castigados. Donde los valores están extraviados.
Se han perdido la ética, la responsabilidad, la justicia, la libertad, la tolerancia y la honestidad. Incluso el respeto y el amor por nuestro prójimo. Hasta la amabilidad que nos caracterizaba pareciera haberse olvidado en estos últimos 17 años.
La crisis política, económica y social ha sacado lo mejor de nosotros, sí, pero también un instinto de sobrevivencia que nos ha llevado, en ocasiones, a desconocer que somos hijos de una misma Patria.
Vemos con indignación cómo “algunos” (entre comillas porque no somos todos) se han enriquecido a costa del dinero del resto de los venezolanos, y cómo “otros” (entre comillas porque no somos todos) compran cantidades inmensas de comida, para luego revenderla, burlándose del hambre de sus hermanos. Como si se tratara de una batalla de pueblo contra pueblo.
¿En qué momento esas personas perdieron el rumbo y el amor por los demás? ¿Cuándo se quebró la sensibilidad que nos identifica como sociedad?
Vivimos momentos difíciles que debemos seguir combatiendo en unidad. Planes concretos para desmoralizarnos como pueblo, pero debemos mantenernos firmes. Seguir haciendo la diferencia como sociedad, a lo interno y más allá de nuestras fronteras.
Rescatemos el saludo mañanero, el respeto por las ideas, la consideración con los abuelos y mujeres embarazadas. Seamos solidarios ante las adversidades, y hermanos pese a las diferencias. Que una arepa no sea motivo de discordia, y mucho menos un pedazo de pan. Que sacarle ganancia a un paquete de café deje de ser prioridad entre los venezolanos.
La idea es reinventarnos ante la crisis, no aprovecharnos de la circunstancia para intentar superarla a costa de otros.
Despertemos a la Venezuela amable, educada, trabajadora y sensible que conoce el mundo. Sigamos construyendo futuro y trabajemos duro para cambiar de gobierno este mismo año. Solo así podremos renovar los Poderes públicos, liberar a los presos políticos y abonar el camino para el PROGRESO que tanto deseamos.
Empecemos a cambiar a Venezuela, corazón por corazón. Rescatemos nuestros valores y costumbres. Estoy seguro de que lo que bien se aprende, nunca se olvida.
¡Por nuestro país vale la pena seguir luchando!