Mientras el sol del amanecer empieza a teñir de rojo el cielo, Angélica Pereira sale con su hijita de un año de la pequeña casa que habita en una calle de tierra con pozos de agua en los que flota basura.
Por ADRIANA GOMEZ LICON, Associated Press
El chofer que debe recogerla a ella y a otras madres de bebés afectados con el virus del zika está demorado dos horas, lo que implica que tendrán menos tiempo para ver a los terapeutas que ayudan a su hija a mover sus rígidas extremidades y la espalda.
“Siempre tenemos algo que hacer. Hay que dejar todo de lado, nuestras tareas, nuestras casas”, expresó la mujer de 21 años. “Somos muchas con niños con necesidades especiales. (El gobierno) Se olvida de eso”.
En un comienzo se pensó que el zika producía síntomas como los de un resfriado. Pero una ola de casos de bebés con cabezas pequeñas en el noreste de Brasil generó una alarma mundial sobre el virus, que posteriormente fue asociado con un defecto de nacimiento conocido como microcefalia. Al establecerse esa conexión, la presidenta de entonces, Dilma Rousseff, prometió dar la ayuda necesaria a las familias afectadas.
Si bien el gobierno ha ofrecido terapia y alguna asistencia financiera, madres como Pereira afirman que no es suficiente para satisfacer las necesidades mínimas del cuidado de niños con severos problemas de desarrollo.
Algunas familias amenazan con demandar al gobierno para que entregue a más familias la partida de 275 dólares mensuales que se ofrece ahora a los hogares donde se gana menos de 70 dólares al mes. También quieren que el gobierno pague por las medicinas de los bebés con epilepsia, otro síntoma frecuente en los niños cuyas madres contrajeron el zika durante el embarazo.
“Estas mujeres que necesitan asistencia financiera son de pueblos distantes y todos los días descubren problemas nuevos con sus hijos”, declaró la abogada Viviane Guimaraes, que ayuda a varias familias a registrarse en el programa para discapacitados.
Los programas estatales de salud están muy mal financiados en Brasil y los pacientes a menudo tienen que esperar meses para recibir tratamiento. La gente que puede paga por planes de salud privados.
Jusikelly da Silva dice que está desesperada por que le hagan una tomografía del cerebro a su hija Luhandra, de diez meses, quien comenzó a sufrir convulsiones hace algunos meses que la dejaron casi inmóvil. Silva lleva tres meses tratando de conseguir un examen radiológico y una cita con un especialista.
“Es horrible porque siento que cuanto más espero por los exámenes, peor se pone y no podré cuidar de ella”, se lamentó.
Muchas mujeres terminan pidiendo dinero prestado a sus parientes para pagar por los servicios de hospitales y médicos privados. Silva dice que no tiene otra salida. El solo hecho de comprar fórmula para su bebé es una batalla. Ella y sus cinco hijos viven de los 250 dólares que gana su marido mensualmente trabajando en un depósito.
La secretaria de salud del estado de Recife, Jailson Correia, dice que la municipalidad todavía no recibió los fondos prometidos por los gobiernos estatal y nacional para la división de niños con problemas. El proyecto es crear un grupo de pediatras, neurólogos infantiles, trabajadores sociales y terapeutas físicos, ocupacionales y del lenguaje que traten a los niños con trastornos derivados del zika.
Correia dice que la municipalidad ofreció medicinas para la epilepsia a ser distribuidas caso por caso porque no son ofrecidas por el plan de salud público, pero esa ayuda no será ilimitada.
“Los recursos financieros de la municipalidad son escasos”, declaró Correia a la Associated Press. “Necesitamos que las autoridades desempeñen un papel más activo a nivel estatal y nacional”.
Funcionarios federales no respondieron a varios pedidos de información adicional sobre su respuesta a la crisis.
El brote de zika llegó a Brasil en momentos en que el país soporta una recesión de dos años que ha hecho subir el desempleo y la inflación por encima del 10%. Una propuesta bajo consideración en el Congreso fijaría un tope a los gastos públicos, lo que hace temer que haya recortes en los presupuestos de salud y educación.
Tratar menores con problemas neurológicos no es barato.
Investigadores que exploran el costo que representa la lucha contra el zika dicen que cada menor con microcefalia le costará al gobierno unos 95.000 dólares de por vida en atención médica.
Jorge A. Alfaro Murillo, investigador de la Facultad de Salud Pública de Yale, dice que el estimado se basa en los gastos que generan los trastornos mentales. Acota que la microcefalia es un problema más severo todavía.
Brasil confirmó más de 2.000 casos de microcefalia hasta ahora y el ministro de salud Ricardo Barros dice que la mayoría de estos bebés están inscriptos en centros de rehabilitación para estimular su desarrollo. Más de la mitad son de hogares pobres, con ingresos mensuales de menos de 70 dólares.
El esposo de Ana Carla María Bernardo, de 24 años, cuya hija Carla Elisabethe nació con trastornos cerebrales, perdió su trabajo, pero la mujer dice que el gobierno no le da ayuda financiera porque su marido ganaba más que el sueldo mínimo.
Bernardo vive en las afueras de Recife y todos los días debe viajar dos horas de ida y dos de vuelta en autobuses para llevar a su hija a un centro de rehabilitación.
“Ojalá el gobierno nos ayudase”, expresó la mujer. “Tienen los recursos. Es cuestión de que se interesen en nosotros”. AP