Manuel Malaver: La caída de Escarrá por el lodo no toca fondo

Manuel Malaver: La caída de Escarrá por el lodo no toca fondo

thumbnailmanuelmalaverAlguien debería advertirle a Hermann Escarrá (un familiar, un amigo, un conocido, pienso yo), que ya hizo lo suficiente para convertirse en un cráter moral y que ahora debería tomarse un descansito a ver si los venezolanos le hacen el favor de olvidarlo de una vez y para siempre.

Propósito que juzgo realmente imposible, pues no se puede apostar a desplegarse como todo un ícono de la indignidad, sin que la gente no decida guardarlo en el inconsciente más profundo para tratar de que tamaño abuso histórico no vuelva a repetirse.

Y es que, imagínense, Escarrá, sale ahora a decir que “la inmunidad parlamentaria solo aplica en la cámara” y “que si un diputado incurre en delito de opinión fuera del recinto parlamentario, entonces, puede ser demandable, enjuiciable y condenable por tal delito”.





Afirmación, tanto más abyecta, cuanto que, quien la esgrime hoy, es el mismo constituyentista que en el año 99 hizo alarde del parlamentarismo más ortodoxo, proponiendo que la inmunidad parlamentaria fuera incluida sin restricciones en la nueva constitución.

Y durante años, estuvo Escarrá defendiendo la que fue una prerrogativa y un derecho constitucional que, aunque maltratado y mutilado por la dictadura a plazos de Chávez, no terminó hasta que Maduro y sus áulicos se movieron a destruirla.

Y, ¡oh, sorpresa!, entre los últimos estaba Escarrá, y no era porque no se sabía que era un camaleón que, cuando menos se esperara, cambiaba de bando, sino que, como ya lo había hecho tantas veces, era posible que al fin se cansara.

Pero nada de eso, Escarrá estaba ahí, más camaleón que nunca, y decidido a demostrar que es el presidente, o jefe, de una franquicia internacional, la de la traición, cuyo liderazgo jamás se dejaría arrebatar.

Ni siquiera por el emblemático, Marqués de Casa León, -el Escarrá de la guerra de Independencia-, del cual decía el historiador, Mario Briceño Irragorry, “que en su espíritu salían espantos”.