Aristóteles nos expresa en sus obras «La Política y La Ética a Nicomáquea» que la política es la madre de todas las ciencias, de donde se desprenden ideales, leyes, costumbres que se conjugan para interrelacionarse en la realidad, de donde se deriva la ética, y en función a esta última, el objetivo supremo del Estado: formar buenos ciudadanos.
Hegel entendía la política como la realización de los pueblos en el Estado mediante las ciencias, las artes y el derecho.
Por su parte, aunque con gran influencia aristotélica, Santo Tomas concebía al hombre como un ser nacido en comunidad, y bajo esta máxima la política busca el bien común.
Vistas estas breves definiciones, es importante considerar y comprender que una falsa concepción de la política en Venezuela se ha apoderado de las mentes confundidas por la desesperanza y el desespero de muchos venezolanos por salir lo antes posible del atolladero al que nos han empujado.
Esta falsa concepción de la política en Venezuela implica un reduccionismo que la despoja de su esencia primigenia. Bajo este enfoque, la única forma “correcta” y “efectiva” de materializarla es a través de periódicas convocatorias electorales.
Para esta cosmovisión los ofrecimientos en períodos electorales constituyen un pilar fundamental para la toma del poder. Esta práctica es recurrente en todos los partidos políticos en Venezuela – las promesas – en las que apelando a la complacencia populista de un público electoral, prometen lo que él quiere escuchar, pero no cumplen jamás lo que éste espera a cambio del voto.
Esta maña tiene un claro propósito, generar expectativas de un “cambio”, que al fragor del ansiado evento electoral da la sensación de ser inmediato pero una vez pasado ese idilio y/o embriaguez, el tiempo se encarga de disipar esas esperanzas ubicando bien lejos la posibilidad de concretar un cambio real.
Esto es así porque lejos de abordar los problemas en su justa dimensión para aplicar las disposiciones de emergencia acordes a las circunstancias, se empeñan en mentir de manera descarada aplicando medidas tibias para no generar “costos políticos” – que generalmente es perder “espacios” de poder -, prolongando así la agonía de toda la nación.
Lo anteriormente expuesto no es un juicio de valor carente de argumentos; basta con ver la realidad que nos arropa, en la que las condiciones materiales, intelectuales y espirituales de los venezolanos se ven menguadas, donde el respeto a la vida y a la propiedad privada ha sido nulo durante décadas. De no ser así ¿por qué después de cada elección hay más periferias y zonas de pobreza? De no ser así ¿Por qué la inseguridad aumenta? Y de no ser así ¿Por qué han emigrado tantos venezolanos?
Lo más delicado del caso, es que quienes auspician este deplorable estado, tanto por acción u omisión, insisten en fortalecer aun más la tesis que solo con elecciones y diálogos se podrá superar lo que con “elecciones” engendraron.
Dicho en otras palabras, no son necesarias condiciones o facultades mentales extraordinarias para entender la complejidad de esta vil realidad. Así actúa la política en Venezuela, para los héroes de las urnas electorales, generar pobreza en todos sus órdenes, una vez obtenido el poder político, es el mejor instrumento para capitalizar su mercado electoral y de este modo mantenerse cómodamente en el poder.
La política no solo son elecciones, mucho menos diálogos que profundizan la miseria. Para el Movimiento Nacionalista ORDEN la política es pensar y obrar coherentemente por el Bien Nacional, es pensar más en las venideras generaciones que en las próximas elecciones. La política es fomentar la educación para crear ciudadanos con elevado sentido del deber; la política es asumir las responsabilidades hasta sus últimas consecuencias. Cabe preguntarse: ¿Hay Política en Venezuela?
Venezuela quiere ORDEN