Quiere convertirse en la presidenta de todos los estadounidenses, incluso de los que voten en su contra. Hillary Clinton arrancó con tono positivo y esperanzador el último día de campaña, que este lunes la llevará a recorrer 3.300 km del país.
AFP
“Tengo mucho trabajo para unificar al país. Realmente quiero ser la presidenta de todos, de las personas que votaron por mí y de las personas que han votado contra mí”, dijo a la prensa en el aeropuerto de Westchester, no muy lejos de su casa en Chappaqua, cerca de Nueva York.
La candidata demócrata era todo sonrisas, vestida con un sastre rojo y hablando por teléfono con su nieta de dos años.
Como manda la tradición entre los aspirantes a la Casa Blanca, antes de emprender vuelo Clinton se hizo una foto con los periodistas que la acompañan en el esprint final.
De fondo, el Boeing 737 decorado con una gigantesca “H” y el lema “Stronger Together” (Más fuertes juntos), que en estos últimos meses se ha convertido prácticamente en su segunda casa.
Pero antes de partir, una crítica a su rival republicano Donald Trump: es el responsable de haber “exacerbado” las divisiones en Estados Unidos. “Reunificaremos al país”, promete.
Mitin a medianoche
Clinton visita este lunes cuatro ciudades del noreste del país, en un final de carrera muy apretado, tal y como revelan las encuestas.
Primero estará en Pittsburgh, bastión de los demócratas en Pensilvania. Luego en Grand Rapids, Michigan, donde Trump se ha convertido en una auténtica amenaza.
Posteriormente se desplazará a Filadelfia, donde tendrá lugar uno de los mítines más importantes de su campaña junto a Barack y Michelle Obama y su marido Bill.
La larga jornada culminará a medianoche en Raleigh, Carolina del Norte, antes de emprender el regreso a Nueva York.
“Trabajaremos hasta que se haya contado el último voto”, insiste en el aeropuerto de Westchester.
La candidata, de 69 años, no ha cambiado sus hábitos al final de la campaña. Más que la norma, los cuatro mítines del lunes son una excepción.
Trump, de su lado, ha organizado un frenético recorrido por todo el país para aparecer en cinco eventos, los mismos que llevó a cabo hace cuatro años el candidato republicano Mitt Romney.
Así es la imagen del adiós a esta agotadora e interminable campaña: una candidata experimentada a quien no le gustan las sorpresas y que estudia todos sus desplazamientos y un retador que acelera la maquinaria electoral para terminar esta carrera a toda vela.
Decoración
En las últimas 72 horas, colaboradores, personal de seguridad y reporteros han ido de punta a punta del país, pasando por todo tipo de climas y paisajes: desde las torres de Filadelfia, los puentes de acero de Pittsburgh, las palmeras de Miami hasta el estadio de fútbol americano de Cleveland.
Como su audiencia no puede compararse a las masas que moviliza Trump, su equipo se encarga de cuidar hasta el último detalle de la decoración de los actos para crear eventos telegénicos.
El republicano sabe improvisar como nadie mítines en centros deportivos con capacidad para 10.000 personas o hangares de aeropuertos. Clinton se mueve mejor en espacios más pequeños, como el mercado de Detroit de metal y cristal, repleto de banderas, que el viernes acogió a 4.000 seguidores.
“Mi madre siempre me decía que la ira no es una propuesta. Enfádate, exprésate, pero luego arremángate y ponte a trabajar”, dijo en alusión a su rival.
Su audiencia está entregada, pero la mayoría ha ido a verla por las dudas que despiertan los sondeos.
“Tengo miedo de las represalias de los partidarios de Trump. Son ignorantes, no saben cómo funciona la política”, afirma angustiada Tina Gloss, una actriz de 47 años, durante el acto en Detroit.
Bajo la lluvia de Miami, Rol Sears tampoco esconde su nerviosismo, aunque lo toma con más calma. “Si gana Trump, ¿qué puedo hacer? No voy a desesperarme”.
Fortaleza
Siempre que entra en una cafetería, la candidata demócrata repite lo mismo: “Necesito vuestras oraciones”, “Id a votar, es necesito”.
Después analizar y criticar durante semanas el pasado y el carácter de su adversario republicano, la exsecretaria de Estado optó por ser positiva en el cierre de la que puede ser la última campaña electoral de su vida, si pierde el martes.
El domingo hizo un paralelismo entre las ideas de los padres fundadores y los mandamientos de Cristo en una iglesia de creyentes negros en Filadelfia.
Luego en Manchester (New Hampshire, noreste) retomó el tono patriótico de su discurso de investidura celebrado en julio.
“Nuestro país afronta un momento decisivo”, afirmó. “¡Deben votar, no cuenten con el azar, no cuenten con los demás, usen su voz y su voto!”, exclamó, erigiéndose en protectora de la Constitución.
“¿Vieron los tres debates?”, pregunta a la audiencia. “¿Pasé cuatro horas y media al lado de Donald Trump demostrando una y otra vez que tengo la fortaleza para ser presidenta!”.