Cuando Donald Trump se tiró al ruedo de las elecciones primarias en Estados Unidos, muchos pensaron que lo hizo para tantear el territorio e incrementar su prestigio y el de su marca. Quizás esa era la intención.
Pero los votantes Republicanos, e incluso los independientes y afiliados al Partido Demócrata que votaron en algunas de las primarias abiertas, dijeron otra cosa: votaron en forma abrumadora por Trump. En segundo lugar votaron por Ted Cruz, un candidato también considerado anti statu quo y rebelde.
Es entendible que los defensores de intereses de los políticos, comerciales, y medios de difusión constantemente atacados por Trump traten de mostrar solamente su lado y sus posiciones más negativas. Lo mismo sucede con la difusión de los pormenores de los equipos de asesores que ha estado armando.
Yo no comparto muchas posiciones, y menos el estilo, del candidato republicano, pero dado el sesgo de las noticias y especialmente las que se diseminan en el exterior, me parece importante que los que siguen esta elección tan importante conozcan otro mundo de Trump: el mundo de sus asesores comprometidos con la promoción y defensa de la sociedad libre.
En el equipo económico, la figura más conectada con el mundo de las ideas de libertad es Steve Moore. Moore tuvo una carrera muy exitosa en el Instituto Cato, de tendencia libertaria. Allí se convirtió en el economista con más conocimiento de la performance económica y fiscal de los estados provinciales de Estados Unidos. También se convirtió en un gran defensor de los inmigrantes. Su postura era muy cercana a lo que se llama “open borders” o política de puertas abiertas a los inmigrantes.
Moore luego fundó el “Club del Crecimiento”, un fondo de financiamiento de políticos conservadores liberales, de la tradición de Ronald Reagan, que competían dentro del Partido Republicano.
Algunos donantes poderosos criticaron a Moore por su supuesto sesgo en favor de candidatos provida y profamilia. De allí, Moore pasó al Wall Street Journal, ocupando un rol importante en sus páginas editoriales.
Cuando el think tank conservador más poderoso, especialmente por su presupuesto y cientos de miles de donantes, la Fundación Heritage, necesitaba reforzar su imagen en el mundo liberal y analítico, decidió contratar a Steve Moore como Economista en Jefe. Hoy muy enfocado en la campaña de Trump, su rol cambió al de investigador asociado.
El expresidente y cuasifundador de Heritage, Edwin J. Feulner, de impecable tradición conservadora, y expresidente de las asociaciones académicas de más prestigio liberal y conservador como la Sociedad Filadelfia y la Sociedad Mont Pelerin, también se sumó con un cargo importante en el equipo de transición de Trump.
Este equipo es liderado por el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, una especie de Trump de la política. Christie tiene una reputación de moderación y bipartidismo en políticas públicas, pero al igual que el candidato presidencial republicano tiende a ser inmoderado en sus discursos y muy duro con los que se le cruzan.
Parece paradójico que uno de los economistas más proinmigración como Moore tengan un rol tan alto en el equipo de asesores de Trump. También paradójico, que uno de los economistas que más ayudó a impulsar el libre comercio en las Américas, David Malpass, sea parte del equipo. Malpass comenzó a trabajar en favor de la liberación del comercio cuando fungía como subsecretario de estado durante la administración de George H. W. Bush.
Entre las economistas femeninas del equipo, vale la pena mencionar a Judy Shelton. En el pasado, cuando era investigadora de la Institución Hoover, en la Universidad de Stanford, Shelton fue la única académica que predijo la crisis monetaria rusa de 1997.
Shelton fue vicepresidenta del consejo de dirección del Fondo Nacional para la Democracia (National Endowment for Democracy) durante el período 2010-2014 y hoy es codirectora del Proyecto de Moneda Sana de la Atlas Network.
Otra colaboradora, Brooke Rollins, es la presidenta del Texas Public Policy Foundation (TPPF), el think tank liberal tejano que más ha crecido.
Hablando de think tanks liberales, el compañero de fórmula de Trump, Michael Pence, actual gobernador de Indiana, también fue presidente de un think tank. A comienzos de los años 90, dirigía el Indiana Policy Review Foundation, y ha sido un participante activo en programas de organizaciones que promueven la libertad económica.
Los índices que miden el respeto por el estado de derecho muestran una caída preocupante de Estados Unidos. Existe gran preocupación en el mundo conservador por este deterioro. Son las bases de grandes votantes conservadores que han puesto gran presión en el Senado de Estados Unidos para que el candidato nominado por el presidente Obama para ocupar el cargo dejado vacante por la muerte del juez Antonin Scalia (1936-2016) ni siquiera sea considerado.
A fines del año pasado, durante una reunión de la organización conservadora con más poder de convocatoria en Estados Unidos, me tocó ser testigo cuando Donald Trump aceptó contestar preguntas de los miembros en forma confidencial (sin acceso a la prensa).
Una de la preguntas fue: ¿Qué personas como las representadas aquí usted pondría en su equipo de gobierno? La respuesta de Trump me sorprendió: “Creo que necesitamos más jueces como Clarence Thomas en la Suprema Corte.” Thomas representa el ala más conservadora de la corte, defensor de las libertades de mercado basadas en los derechos naturales e inalienables de la persona humana.
A las pocas semanas de esa declaración en una reunión privada, durante una entrevista pública, Trump causó turbulencia en el electorado Republicano cuando dijo que su hermana sería buena jueza de la Corte Suprema. La hermana de Trump está identificada más con la izquierda y con posiciones casi opuestas a las de Clarence Thomas.
Las aguas no solo se aquietaron sino que empezaron a moverse a su favor cuando Trump pidió recomendaciones a las asociaciones de abogados y think tanks más involucrados en temas de estado de derecho. Su lista final de candidatos a la Suprema Corte durante su mandato es considerada tan estupenda por los sectores académicos de centro derecha que Trump, en este campo, consiguió un apoyo casi unánime desde el sector no-estatista de los expertos.
Además de la economía y del estado de derecho, otro tema que preocupa al electorado es el de seguridad nacional e internacional. Aquí Trump, al igual que Hillary Clinton, tiene el apoyo de expertos de distintas afiliaciones políticas.
Este empresario convertido en político lidera con amplitud los sondeos dentro de los votantes que han pasado por las fuerzas de defensa. Dentro de los afiliados al Partido Demócrata, los más famosos asesores de Trump son el Teniente General (ret) Michael T. Flynn, exdirector de la Agencia de Inteligencia de Defensa, y James Woolsey, exdirector de la CIA en tiempos de nada menos que Bill Clinton.
También, el colaborador más cercano en temas de seguridad interna es el exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani. Antes de la llegada de este último a la intendencia de Nueva York, la ciudad estaba en larga caída. Luego de su paso, la ciudad comenzó a recobrar su esplendor. Entre aquellos que han sido sumados en distintos roles en el área de seguridad que más conozco están el exembajador Curtin Winsor Jr., cuya tesis doctoral fue sobre Argentina; el exsecretario de prensa del Pentágono , J.D. Gordon (ambos hispanoparlantes); y también Walid Phares, experto en Medio Oriente.
Me siento obligado nuevamente a señalar que no comparto varias de las posturas del candidato Republicano. Tengo más discrepancias, empero, con la otra candidata con posibilidades a la presidencia.
Como cada vez que hablo con amigos de la libertad en el extranjero, tanto en Europa como en Latinoamérica, encuentro que casi nadie sabe de que gente capaz, comprometida por la libertad, pese a tener sus dudas, han decidido colaborar con Trump, me parece apropiado mencionarlos.
Estados Unidos enfrenta una elección muy peligrosa, donde en ciertos temas parece que hay una carrera en ver quién es más populista: Trump propone US$10 de salario mínimo nacional y Clinton US$15.
Difíciles tiempos para los amigos de la libertad en Estados Unidos, pero no es todo blanco y negro, y es de esperar que las instituciones republicanas sean suficientemente fuertes para soportar el sacudón que se viene.