“Sentido del ‘diálogo’: que hable el soberano. Para eso RR16. El tiempo urge. No perderlo. RR16: puerta para reconstruir el país. Dios primero”. Este fue un “tuiter” lanzado hace poco a las redes.
La presente semana es de particular densidad. Se está jugando, en efecto, el futuro de la nación, la cual se encuentra en grave crisis, global, pues envuelve lo socioeconómico, lo político y lo ético-cultural. La crisis toca estómago y salud por la escasez-carestía de comida y medicinas, causante de enfermedades y muertes. Toca las mentes, asediadas por el SSXXI con el “pensamiento único”. Toca los derechos humanos con presos políticos convertidos en objeto de compra-venta, como sucedía en siglos anteriores con el comercio de esclavos. Toca la dignidad humana con un proyecto ideológico deshumanizante –acompañado de narcorrupción–, que pretende convertirse en “el fin de la historia”.
“Diálogo” entre comillas quiere decir que aquí no se da entre iguales. Como la pelea entre un león furioso y suelto con un conejo inerme y amarrado. Por eso lo extraño de consejos como el siguiente: “Las dos partes tienen que ceder por igual para llegar a un entendimiento”. El diálogo ha de partir del reconocimiento respetuoso y la atenta escucha del otro. Ha de fundarse en la verdad y orientar al encuentro en aras del bien común. Por eso el diálogo debe ser bien preparado en organización y espíritu. Pues también existen acuerdos y negociaciones. Hasta en medio de una guerra se tienen conversaciones, aunque sea para el canje de muertos o prisioneros.
La mesa de “diálogo” en la actual crisis nacional debe acordar con urgencia que sea el pueblo mismo, al que la Constitución caracteriza como soberano (CRBV Art. 5), el que decida el futuro del país. No bastan los representantes. Debe optar el máximo y primer protagonista de la República. Es lo que justifica la celebración del referéndum revocatorio, y con urgencia, para este año 2016. Porque el mal que sufrimos no se cura con el tiempo, pues el problema se agrava a pasos agigantados (baste pensar en el acelerado empequeñecimiento del nanobolívar).
El RR es un dato o hecho ciertamente de tipo político. ¿Significa esto no tener en cuenta lo dramático del desabastecimiento y lo trágico de la inseguridad, u olvidar la devastación ecológica y el exilio forzado de gran parte de la juventud venezolana? De ningún modo. Lo que pasa es que si no se da un cambio substancial en lo político, no se tendrá un cambio significativo en lo social, lo económico y lo ético-cultural. Por ejemplo, ¿cómo van a mejorar la producción y el abastecimiento si continúa el proyecto monopólico estatista-“socialista” del régimen? ¿Cómo van a respetarse y promoverse los derechos humanos si persiste el plan dictatorial totalitario oficial? El RR16 no se plantea como la solución de los problemas, que son muchos y serios, pero sí será puerta, puente, camino consistentes hacia una solución global de la crisis nacional.
El referéndum revocatorio contemplado en la Constitución, e instrumento pacífico y civilizado de cambio, debe ser puesto, por tanto, en la mesa de “diálogo”, como prioridad N° 1 para este 2016. Hay tiempo todavía para celebrarlo. No está muerto; solo que lo forzaron a dormir.
El Papa, a petición de aquí, ha ofrecido servicialmente su apoyo al “diálogo”. Pero los de aquí son o somos los llamados y obligados a lograr que este sea un instrumento efectivo y eficaz.
Comencé con un “tuiter” y concluiré con la primera de las “propuestas urgentes” de la Conferencia Episcopal Venezolana en su Exhortación del pasado 12 de julio: “El Consejo Nacional Electoral tiene la obligación de cuidar el proceso del referéndum revocatorio para que se realice este año. Es un camino democrático, un derecho político contemplado en la Constitución. Impedirlo o retrasarlo con múltiples trabas es una medida absurda, pues pone en peligro la estabilidad política y social del país, con fatales consecuencias para personas, instituciones y bienes”.