El PSUV, el partido de gobierno, es una organización formada a la sombra del Estado. Nació en abril de 2010 apuntalado en los fondos públicos usados como si fuesen sus propios fondos. Sus oficinas y casas son las de las entidades públicas, sus medios de comunicación son los del Sistema Nacional de Medios Públicos, en particular tiene un canal propio de TV sin haberlo adquirido, VTV y sus activistas son la inmensa red de empleados del gobierno. Hasta un brazo armado tienen. Es un partido nacido al calor del auge petrolero que vivió Venezuela.
Mientras vivió Hugo Chávez y el petróleo mantuvo precios elevados fue el principal partido, corriendo parejo con la suerte del gobierno. Llama poderosamente la atención sus bases pragmáticas. Éstas comienzan con la retahíla de lugares comunes de los partidos comunistas, donde se hace una caracterización de la crisis global del capitalismo, para derivar en la inevitabilidad del socialismo. Pero no cualquier socialismo, sino una especie de menestrón ideológico: la mezcla indigesta de marxismo con bolivarianismo. Juntar a Bolívar con Marx es una tarea imposible, salvo que se trate de tomar una que otra cita aislada de Bolívar contra la potencia en ciernes que representaba Estados Unidos. Pero quienes tratar de poner de acuerdo a Marx con Bolívar tal vez se olvidan de la biografía que el alemán escribió del venezolano donde lo cataloga de oligarca, cobarde y reaccionario.
Para ser justos con los hechos, una cosa era el PSUV dirigido por Chávez y el actual PSUV. Claro, Chávez con el precio del petróleo en US$ 100 el barril. La más reciente encuesta de Datanálisis de finales de octubre de 2016, ayuda a entender la realidad de ese partido. Según esa firma, el chavismo reconoce solamente dos líderes: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello y éste último es quien lleva las riendas del partido. Maduro tiene un rechazo de 78,5% y una aceptación del 19,5%, mientras que el rechazo de Cabello supera el 80,0%. Pero el detalle más interesante es que la imagen positiva de Chávez se desvanece con el peso muerto de Maduro y Cabello, quienes han terminado de sepultar a Hugo Chávez. Así, en abril de 2013, apenas fallecido Chávez, su aprobación estaba en 71,6% y en octubre de 2016 la misma se sitúa en 50,0% con un rechazo igual. Es decir, el repudio a Maduro se transmite a Chávez, tal vez porque Chávez se jugó la parada apoyando a Maduro y éste no ha respondido. En el caso del PSUV, después de haber gozado de un apoyo del 53,3% en abril de 2013, en octubre de 2016 tiene un raquítico 14,6%. Con esta política ultra radical de Cabello y la inhibición de Maduro es difícil que el PSUV se recupere porque se ha enajenado apoyos del centro político y los sectores medios, sin los cuales no se puede construir una fuerza mayoritaria.