Meses atrás, la Asociación de Ejecutivos me invitó a pronunciar las palabras inaugurales de su congreso anual que se realizó bajo el concepto de “Resiliencia”.
En un auditorio pleno de empresarios y gerentes que se enfrentan diariamente a un sinfín de dificultades para mantener abiertos sus negocios hablé de las capacidades, valores y atributos de los seres humanos que les permiten superar la adversidad y salir fortalecidos de esta.
Relaté de una noche en la cual velé con guerrilleros del frente Polisario, en medio del desierto del Sahara. Erantan jóvenes como yo pero ya acumulaban muchas horas de combate contra el poderoso ejército del Rey de Marruecos que ocupaba sus territorios ancestrales y algunos habían sobrevivido a la cárcel y la tortura.
Hombres y mujeres que en uno de los hábitats más duros del planeta, azotadospor una gran penuria, con las pocas armas que les llegaban desde la vecina Argelia, luchaban por su independencia y libertad. En medio del fragor de la guerra, levantaban a sus familias, educaban a sus hijos, y aún tenían tiempo para la música y la poesía en los campamentos que ocupaban.
Les conté que pocos días antes, viendo noticias en la televisión española, reconocí a una de mis interlocutoras de esa noche. Era Jira, nunca había olvidado su nombre ni su rostro, porque fue la que con más pasión –mientras tomábamos las tres tazas de té que marca la tradición bereber, sobre las arenas del desierto- defendió la lucha que por la liberación de su pueblo libraban y proclamó su fe en una pronta victoria. Había huido de El Aaiún en medio de los bombardeos de la aviación marroquí para instalarse entre los refugiados de Tindúf y todavía lloraba a su hermano mayor muerto en batalla.
Jira Bulahi Bad, más de treinta años después, con el rostro marcado por las arrugas y el sol del Sahara, encabezaba una marcha de protesta por el incumplimiento de los acuerdos de Madrid que obligan a la realización de un referéndum por la autodeterminación del pueblo saharaui.
Jira, cubierta con su multicolor “Malhfa” y la misma pasión defendía el derecho de los suyos a decidir su suerte votando y exhibía idéntica fe en la proximidad del triunfo soñado.
Pasé luego a indicarles algunos de los hábitos, que se adquieren, para ser resilientes:
Tener conciencia de nuestras potencialidades y limitaciones; ser creativos; asumir las dificultades como una oportunidad de aprender; ver la vida con objetividad pero siempre con optimismo; rodearse de personas con actitudes positivas; ser flexibles ante los cambios y tenaces en los propósitos.
Finalmente les invité a convertirse en resilientes, en ser como Jira que a pesar de que la adversidad de ella y de su pueblo suma cuatro décadas resiste y mantiene la esperanza intacta que el mundo de mañana será mejor pero, por cierto, no espera que otros hagan la tarea por ella ni descansa en procurar que sea así.