El Chapecoense, un equipo brasileño de cuya existencia muchos no nos enteramos hasta 2016, ha desaparecido. O mejor dicho, desapareció casi toda su plantilla actual. Se disponía a jugar la ida de la final de la Copa Sudamericana con el Nacional de Medellín. Por cruel que parezca, el fútbol (y la vida) deben continuar. Por los momentos, obviamente la final ha sido suspendida por las autoridades de Conmebol. A algunos les parecería lógico que se diera el título al equipo de Colombia, aunque esto rompería los códigos del fútbol y probablemente sería considerado deshonroso por los propios jugadores del Nacional de Medellín: obtener un campeonato sin ganarlo en la cancha.
Queda la posibilidad de disputar la final (probablemente ya en 2017) ante un equipo juvenil o de reserva del Chapecoense. Otra opción es que la Conmebol declare desierto el título de la edición 2016 de la Copa Sudamericana.
¿Cómo se han resuelto competitivamente otras tragedias aéreas similares? Cuatro casos entre los más recordados: el Torino de Italia en 1949, el Manchester United en 1958, el Alianza Lima en 1987 y la selección nacional de Zambia en 1993.
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