El pequeño de seis años se apretaba a su abuela, quien se mantenía sentada frente a la puerta de ingreso a la zona de migración en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar. Minutos antes la madre lo había despedido, diciéndole entre abrazos y lagrimas que se portara bien porque pronto regresaría, reseña La Verdad de Vargas.
“Mi hija menor se fue a Curazao a pasar unos días, pero con planes de quedarse. Es administradora y tomó la decisión de irse porque cada vez la situación del país es más difícil. Me dejó a su único hijo de seis años”, expresó María Cristina Guillén.
Manifestó que no fue fácil, pero la muchacha estaba cansada de buscar mejores oportunidades de empleo ya que los ingresos eran insuficientes. “Pensó en su hijo y con mucho dolor se separó de nosotros. Las familias se desintegran cada vez más en este país. Hasta hace unos años éramos los más felices del mundo, pero todo se convirtió en zozobra y angustia para conseguir el dinero y las cosas de la casa”.
Reiteró que su nieto pasará su primera navidad sin su mamá. “Ella es joven y saldrá adelante, aunque el sacrificio es gigante. Aún estamos aquí sentados atónitos porque nunca pensé que eso podría pasar con una de mis tres hijas”.
Luzmaría Guillén, licenciada en Recursos Humanos, es la hija mayor y dijo que será la próxima en irse del país. “Mi hermana fue más arriesgada. Aún lo pienso. Tengo dos hijas pequeñas, pero cuando me decida me llevaré a mis niñas y a mi mamá”.
Otra familia se despedía de un joven que salía con destino a New York en un vuelo de la aerolínea Copa. “Mi hijo solo viaja por unos días porque irá donde un primo que reside en Nueva Jersey”, dijo Armando López, padre del joven.
Las lágrimas del muchacho junto a los abrazos de sus padres, hermanos y abuelos demostraban que el retorno no sería pronto. Su partida estaba marcada por la búsqueda de un mejor porvenir.
A diario entre 10 y 20 jóvenes se marchan del país, según comentó un empleado de la aerolínea Tame, que realiza vuelos a Colombia y Ecuador.