Si el 2016 empezó con el pronóstico de que sería el año en que la oposición democrática arrollaría a la dictadura de Maduro, el 2017, en reverso, empieza con el pronóstico de que es el año en que la dictadura podría darle la puntilla final a la democracia.
En otras palabras que, 365 días y dos versiones sobre resultados totalmente opuestas, pues, para estos días, hace un año, no había un solo opositor en Venezuela o en el extranjero que no confiara en que, un grupo de partidos y sus líderes que habían ganado la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional -y recibían el mandato constitucional de obligar a Maduro a cambiar de políticas o abandonar el poder-, no hicieran su trabajo, ya que, pueblo tenían y, lo que es más, legalidad para meter al dictador en cintura también.
Del otro lado, el madurismo despertaba de la comodidad de sentir siempre que eran mayoría y pasaban a ser minoría, por lo que, si no se preparaban para una retirada en orden que les garantizara un regreso a mediano plazo del poder, si hacían fintas para ver cómo revertían la derrota, y sobrevivían en un año que podía significarle la pérdida definitiva e irrecuperable de Miraflores.
Decir hoy, 31 de diciembre del 2016, que no lo han logrado, sería una mentira tan arrogante como infame, y ello configura una nueva situación política en que, las apuestas a favor de las opciones democrática o dictatorial para el 2017 pueden fijarse en un 50 por ciento, dependiendo, más que nunca, de los cambios que introducirán los actores en sus estrategias para intentar ganar y no perder la partida
En esta tesitura, nada más pertinente que detenerse en algunos datos consolidados que produjeron los sorprendentes sucesos del 2016, y sin los cuales, no podríamos explicarnos por qué si Maduro sobrevivió en el año más difícil de su carrera política, no tendrían necesariamente porque hacerlo en un 2017 que no se le ofrece tan peligroso pero sí muy incierto.
Hablamos del 80 por ciento de rechazo que mantuvo durante todo el año pasado en las preferencias populares, que no se han apaciguado sino incrementado en el brumoso y caliente diciembre, y frente a los cuales, no ha podido hacer otra cosa que mantenerse a la defensiva y, al parecer, sin respuesta a los empellones populares que seguirán escalonándose durante el 2017.
Los saqueos en La Fría, Maracaibo y Ciudad Bolívar son la mejor prueba, que no pasaron a niveles superiores porque la MUD se mantuvo ausente o desintonizada de los mismos, pero sin que el gobierno pudiera hacer otra cosa que recibir, observar y callar.
Pero que son un adelanto de lo que ocurriría durante el 2017, con un pueblo hambreado y respondiendo a los abusos por todo el territorio nacional, quizá con una MUD ahora si más activa, pero con un gobierno que se limitará a visitas simbólicas como la que hicieron Cabello y Padrino López por la capital del Estado epónimo del Libertador.
Y la razón es muy sencilla: un gobierno socialista no guarda alivios, mejoras, ni soluciones para el hambre y el empobrecimiento de las mayorías que cada día se tornan más agudos, generalizados, crecientes y voraces, y mientras hayan una sociedad civil y partidos políticos democráticos que las movilicen en las calles, siempre habrá un gobierno que dudará en aplicar la “solución final” (acudir a la dictadura tradicional y totalitaria tipo stalinista o fidelista que arrase con todo vestigio de oposición), o mantenerse en la ruleta en espera de que los errores de la oposición sean mayores que los suyos, no para consolidarse, sino para sobrevivir en el poder.
Y aquí llegamos al segundo dato o tema crucial de este artículo, como es el de los errores de la oposición -y más específicamente de la MUD-vigentes durante todo el año, pero sobre todo durante los fatídicos noviembre y diciembre, entreverados con sonados aciertos, pero que, al final, prevalecieron cuando se abandonó la estrategia de mantener la agitación de calle como una forma de acorralar y asfixiar al régimen (no hablamos de derrocar), para procurarle alivio en un diálogo que, cualquier político de barbería hubiera establecido reflotaría a Maduro mientras hundía a la MUD.
Pero es la consecuencia, más que de las intenciones de los partidos y sus líderes, de la naturaleza, diseño y estructura de la MUD que, se concibió como un club cerrado de los partidos fuertes y con representación parlamentaria (apenas cuatro), mientras un universo de 30 organizaciones opositoras y partidos que no contaban con la confianza de los mandamases, como “Vente Venezuela” y “Alianza un Bravo Pueblo”, fueran dejados de lado.
Ello determinó que, suscitado el tsunami en las elecciones parlamentarias del 6D del 2015, y la oposición pasó a ser mayoría nacional, toda la política opositora, incluida la MUD, fuera halada hacia la Asamblea Nacional, siendo que, la MUD y la AN debieron permanecer como entidades independientes y autónomas, y en todo caso, era la AN quien tenía que trasladarse a la calle y no la calle a la AN.
Que la Asamblea Nacional que, era un poder independiente del Ejecutivo, y debía pelear a brazo partido por reinstitucionalizar al país, suplantara a la MUD y prácticamente la anulara, se vio en el frustrado diálogo de Punta Cana, y en otras actividades políticas, en las que, eran los miembros de la directiva de la AN los que asumían la vocería opositora y no el organismo de partidos que era, institucionalmente, quienes los generaba y representaba.
Quiere decir que, este y otros errores deben corregirse en el organismo opositor que debe reformularse desde mañana mismo, ampliarse, salir a la calle y retomar la agenda de unirse al pueblo en los enormes sufrimientos que la dictadura socialista segrega dado su empeño de acabar con la libertad, la democracia y el bienestar para convertirnos en una sociedad de zoombies y de esclavos.
Y en este orden, nada más importante que luchar contra el pesimismo, la desesperanza y la resignación, objetivo supremo en el cual trabajan a todo dar los laboratorios de guerra sucia del régimen, puesto que, es cortando de raíz la participación política de la sociedad civil, acabando con la presencia ciudadana, dispersándola a través del exilio forzoso, la pobreza extrema y la represión política, como el totalitarismo llega al paraíso del apoliticismo, del rechazo de los partidos y de sus líderes, para que solo unos demagogos de fin de semana, y de las páginas web, dejen en la soledad de sus crueldades a feroces autócratas que transforman la sociedad en un amasijo de discursos vacuos, gestualidad heroica e inutilidad histórica.
Son los retos que deben enfrentar la oposición agrupada en una nueva organización de partidos que puede llamarse MUD o de otra forma, pero absolutamente consciente de que, con ideologías totalitarias, sean ateas o religiosas, de izquierda o de derecha, no se pacta ni se dialoga en el sentido que la civilidad concede a estos términos, ya que, en stricto senso, estamos frente a bárbaros que solo entienden el lenguaje de quienes están dispuestos a enfrentarlos y derrotarlos.
El 6D del 2015 pudo ser una perfecta demostración en esta dirección, pero se perdió por dudas o ignorancia de la naturaleza del enemigo, por no delimitar correctamente qué era la oposición en la calle y qué en la AN, que era la AN la que debía ir a la calle y no lo contrario y que los partidos políticos y sus organismos no son las instituciones electivas del Poder Público a las cuales puede dar origen, pero no les pertenecen.
Observaciones que es importante no perder de vista ahora que parecería inevitable un choque de poderes entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo, en la perspectiva de una crisis política terminal de corto o mediano plazo, pero que no podría concluir en otra postración ante el Ejecutivo como el diálogo, sino en una confrontación de la cual solo podría resultar un ganador: la democracia o la dictadura.