El primer mes del año ha sido turbulento y confuso. Maduro gira en torno a sus aumentados fracasos y se afana en su obsesión de mantenerse en el poder, así acabe con todo el país. La gente aguanta la respiración y se sumerge en el torbellino de calamidades que lo convierte en apenas otro sobreviviente.
El gobierno busca llegar hasta el 2018 y más allá, si sus sectores extremistas terminan por imponerse en el PSUV y si convencen a los moderados que no se puede ceder el poder, aún pagando el precio de reproducir una dictadura tipo Cuba. El tercer condicionante es si lo permite la sociedad.
El régimen apela a la represión como lo hace contra Voluntad Popular. Multiplica intrigas como lo hizo Maduro con Julio Borges, con Chúo y con Manuel Rosales por la masiva celebración de su libertad en Maracaibo. Su objetivo es ir rebanando a la oposición, enfrentarla entre sí misma y dividirla. ¿Lo está logrando?
Si el gobierno avanza en introducir cuñas entre sus adversarios más exitosos y si la oposición no procesa con tolerancia sus divergencias, va a resultar difícil detener la ola de decepción que ya estamos sembrando. La MUD no puede abrirle la puerta a una fase de desacumulación de fuerzas.
No se puede hablar de unidad si el relevo dirigente no es capaz de asegurarle al país una mínima unidad operativa. Muchos esperamos que no se repita el guión del 2016, aceptar consecuentemente la vía electoral y que se analice la importancia de concentrar todas las fuerzas en lograr las dos elecciones que por mandato constitucional deben hacerse el 2017: la de gobernadores y la de Alcaldes..
Las elecciones generales están fuera del marco constitucional y suponen aprobar una enmienda constitucional. Para hacerlas, igual que las regionales y locales, requieren un acuerdo con los representantes de la dictadura que controlan las Salas del TSJ y el CNE.
Pero el pensamiento extremista, del lado del gobierno y del lado de la oposición, se tocan en un punto: no quieren las elecciones que manda la Constitución sino las que convengan a sus planes particulares. El extremismo oficialista no tiene ni un gramo de democracia. El nuestro, plantea la solución más escabrosa y la que retarda probar si el gobierno va a cerrar todas las vías electorales: pedir una megaelección para elegir simultáneamente seis instancias de representación popular. ¡Habrase visto!.
Los extremistas de nuestra acera padecen una confusión entre los deseos y la realidad: llaman a nombrar un CNE y un TSJ paralelo, sin tener ni un cortaúñas para hacer efectivas esas designaciones. Hay que atacar ya la enfermedad para salvar al enfermo y evitar que la acción política se siga aislando de su raíz social.
El gobierno paraliza todo. Mientras tanto, más de un 50% de la población no se siente expresada ni por el gobierno ni por la oposición. ¿No es suficiente para repensar la estrategia y el desempeño de la MUD?
@garciasim