La guerra de Trump con la prensa: Parecidos y diferencias con América Latina

La guerra de Trump con la prensa: Parecidos y diferencias con América Latina

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La confrontación del presidente con los periodistas arrancó en la campaña y llegó a niveles sin precedentes en sus primeros días de gobierno. ¿Hasta dónde puede llegar?, publica Infobae.





Por
dmizrahi@infobae.com

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“Estoy en guerra con los medios. (Los periodistas) están entre los seres humanos más deshonestos de la Tierra”, dijo Donald Trump en un breve discurso ante la plana mayor de la inteligencia estadounidense, reunida en el cuartel de la CIA. Fue el sábado pasado, en una de sus primeras reuniones oficiales tras haber jurado como presidente el viernes 20.

El ex periodista Stephen K. Bannon, principal asesor comunicacional del mandatario, expresó con toda claridad la visión del nuevo gobierno este jueves en una entrevista con The New York Times. “Los medios de comunicación deberían estar avergonzados, sentirse humillados y mantener la boca cerrada. Deberían empezar a escuchar. Quiero que tome esta cita textual: los medios de comunicación son el partido de la oposición”.

A ningún gobernante le gustan los periodistas, porque por más buenas que puedan ser sus políticas, siempre hay cosas que no quieren que se sepan. Y la función de la prensa es contar lo que pasa, especialmente aquello que se pretende ocultar.

“En la presidencia estadounidense moderna, hay una tensión recurrente entre el presidente y la prensa. Los mandatarios se quejan de que los periodistas privilegian el espectáculo político por sobre la substancia. Y tanto presidentes demócratas como republicanos han buscado limitar la libertad de prensa. Recientemente, la administración Obama intentó castigar a los informantes. Lo distintivo de Trump es que sus críticas a la prensa se basan en el supuesto de que al hacerlo llegará a sus seguidores”, explicó Matthew Powers, profesor de comunicación en la Universidad de Washington, consultado por Infobae.

En los países de democracias e instituciones fuertes, como Estados Unidos, los gobiernos terminan aceptando el rol del periodismo como algo irremediable. Protestan, pueden tomar alguna medida, pero acaban cediendo. El nuevo presidente no parece dispuesto a eso y decidió dar una batalla sin cuartel.

“Los periodistas aquí difícilmente se sienten satisfechos con la transparencia de los gobiernos, y los funcionarios expresan frecuentemente su frustración con ellos. Pero no recuerdo a ningún presidente ni a sus asesores apuntando de forma tan directa contra los medios como lo ha hecho Bannon”, dijo a Infobae Sherman Smith, secretario de redacción del The Topeka Capital-Journal, un periódico de Kansas que llamó a votar por Trump en las elecciones.

Muchos analistas coinciden en que el presidente estadounidense que tuvo una impronta comparable fue el republicano Richard Nixon (1969 — 1974), el único que se vio forzado a renunciar tras el escándalo del Watergate. “Es el antecedente más cercano”, señaló a Infobae Rodney Benson, profesor de medios, cultura y comunicación en la Universidad de Nueva York. “Desde el minuto en que asumió se enfrentó con la prensa. Su vicepresidente, Spiro Agnew (que también renunció por un escándalo), se refería a los periodistas como ‘charlatanes del pesimismo’. No casualmente, uno de los asesores más cercanos de Trump durante la campaña fue Roger Stone, un consultor político de línea dura que también trabajó con Nixon”.

Las razones de la guerra

Los cruces de Trump con el periodismo se remontan al comienzo de la larga campaña electoral. En agosto de 2015 se vio uno de sus primeros ataques directos, cuando el entonces precandidato republicano echó de una conferencia de prensa a Jorge Ramos, periodista mexicano de Univision. Poco después le tocó a la ex presentadora de Fox News, Megyn Kelly, que fue blanco de un comentario poco afortunado de Trump en Twitter luego de haberlo cuestionado en un debate. “Salía sangre de sus ojos, la sangre le salía de todos lados”, escribió. Luego aclaró que se refería a su nariz.

En octubre de 2015, en uno de los incidentes que más problemas le generó, se burló de Serge Kovaleski, un periodista de The New York Times que padece una enfermedad crónica llamada artrogriposis, que limita el movimiento de sus brazos. Ya como presidente electo siguieron los enfrentamientos. El más fuerte ocurrió el 11 de enero pasado, durante la primera conferencia de prensa que dio luego de las elecciones. En ella se refirió a la CNN como “una fracasada pila de basura” por una información supuestamente incorrecta que había difundido. Cuando Jim Acosta, reportero de la cadena, quiso hacerle una pregunta, Trump le negó la posibilidad. “No sea maleducado, no le daré la palabra. Ustedes dan noticias falsas”, dijo, y pasó al siguiente en la lista.

“Trump es tan virulento con los periodista en parte porque no tiene una base política institucionalizada, y no cree en construir alianzas políticas. Entonces es particularmente dependiente de mantener una relación directa con sus seguidores. Además pertenece a la cultura mediática de la postverdad, para la que el antagonismo con el periodismo es natural”, afirmó Daniel C. Hallin, profesor de comunicación en la Universidad de California, San Diego, en diálogo con Infobae.

Que la verdad está hoy más que nunca en tela de juicio en la política estadounidense lo evidenció la discusión por la cantidad de personas que asistió a la jura presidencial. Disgustado con los medios que informaron que la convocatoria fue considerablemente menor a las de Barack Obama, el secretario de Prensa, Sean Spicer, sostuvo que “fue la concurrencia más grande de la historia y punto”. Cuando días después le preguntaron a la asesora estelar de Trump, Kellyanne Conway, por qué Spicer había dicho falsedades, ella dijo que eran “hechos alternativos”.

Cliff Kincaid es director de Accuracy in Media, Centro de Investigaciones sobre el Periodismo, que está abocado a revisar críticamente el trabajo de los principales medios de comunicación. Desde su punto de vista, lo que hace el mandatario es responder a los ataques que recibe. “El presidente Trump entiende que los medios liberales son sesgados, y lo rechaza —dijo a Infobae—. Nosotros tenemos estudios sobre este tema que se remontan décadas atrás. WikiLeaks expuso la colusión de los medios liberales con la campaña de Hillary Clinton. Trump sabe que los grandes medios son parte del Partido Demócrata desde los días de Franklin Delano Roosevelt. Muchos periodistas son ex asesores de políticos demócratas”.

Algo que no se puede negar es que, como nunca antes había ocurrido, la abrumadora mayoría de los principales diarios del país apoyó abiertamente a Clinton en la previa de las elecciones. El saldo final fue de 240 a 19. Lo curioso es que en 2012 el candidato republicano, Mitt Romney, había recibido el respaldo de 105, contra 99 que apostaron por Obama.

La comparación con América Latina

La manera Trump de ver al periodismo como un enemigo al que se debe combatir resulta familiar para cualquier latinoamericano. De la mano del auge populista que sacudió a la región en la primera década y media del siglo, los gobiernos de muchos países declararon la guerra a los medios. El conflicto no tuvo en todos lados la misma intensidad. En algunos casos hubo hostigamiento hacia la prensa crítica y se financió a periodistas adictos para contrarrestarla, pero no se llegó a la censura generalizada.

Algunos presidentes avanzaron aún más. Rafael Correa logró sancionar en Ecuador una ley que otorga un temible poder de censura al estado, y se encargó de aplicarla. Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela lo superaron. Gracias a una sostenida presión política y económica, y al bloqueo del ingreso al país de papel prensa, forzaron al cierre de decenas de periódicos y la venta de importantes cadenas de radio y televisión. Como resultado, sólo un puñado de medios independientes quedó en pie, la mayoría apoyándose en internet. La persecución llegó también a la web, algo de lo que Infobae fue y es víctima.

“No creo que Trump pueda impulsar el tipo de legislación que se ha visto en muchos países latinoamericanos —dijo Hallin—, en parte porque el Poder Judicial es mucho más independiente en Estados Unidos, y los principios de la Primera Enmienda constitucional (que prohíbe la sanción de cualquier ley contra le libertad de expresión) son fuertes. Pero intentará usar a la opinión pública para intimidar a las empresas de medios, y podría ejercer presión económica sobre algunas, ya que se ven afectadas por regulaciones gubernamentales de distinto tipo”.

Kincaid anticipó algunas de las decisiones que podría tomar el presidente en caso de que el conflicto se profundice. “Trump podría usar leyes antimonopólicas para romper los monopolios mediáticos. Su secretario de prensa puede abrir las sesiones informativas de la Casa Blanca a fuentes de noticias alternativas, que son posibles por la revolución de internet. Eso le haría un gran favor a los ciudadanos estadounidenses. Spicer le está dando a los medios conservadores la posibilidad de cubrir noticias nacionales. Trump puede usar esos medios para hacer llegar su punto de vista a la gente. También usa Twitter para comunicarse directamente con el pueblo estadounidense”.

Las redes sociales, sumadas al enorme poder de exposición que tiene la presidencia de un país como Estados Unidos, son herramientas de comunicación y de presión muy efectivas. “Trump puede usar su púlpito de Twitter para individualizar y atacar a quienes reporten cosas negativas de él —dijo Benson—, lo que sería una forma de persecución pública. También puede negarse a responder preguntas de los medios que cubren noticias que no le gustan. Y a través de sus nombramientos en la Corte Suprema puede preparar el terreno para jueces que tomen decisiones que erosionen la Primera Enmienda”.

Smith contó que hay una tendencia reciente que resulta preocupante: jueces que han emitido sentencias punitivas contra periodistas acusados de difamación, y que los han obligado a revelar sus fuentes, interviniendo sus llamadas y su correo electrónico. De todos modos, aún no es un fenómeno generalizado. “No creo que tengamos que preocuparnos en nuestra redacción, pero yo he tomado nota y le reiteré a todos la necesidad de ser cuidadosos y profesionales”, dijo.

Es cierto que la fortaleza de las instituciones estadounidenses, de la Constitución, del Congreso y de la Justicia, contrasta con la debilidad que tienen en gran parte de América Latina. Pero igualmente cierto es que el buen funcionamiento de las instituciones en los últimos 200 años no garantiza que vayan a responder como se espera en el futuro.

“Por ahora, la posición de los medios se ve fortalecida porque el apoyo a Trump en la opinión pública es débil. Aún así, es un momento peligroso para la democracia estadounidense. Trump tiene tendencias autoritarias y tiene la piel muy delgada. Todo lleva a pensar que esta guerra con los medios continuará, y que él usará su autoridad ejecutiva para sofocar el periodismo crítico como pueda”, concluyó Benson.