Todos hemos pasado por momentos vergonzosos que nos han puesto los cara roja. La ruborización es un fenómeno único de los seres humanos y aunque los científicos saben fisicamente cómo pasa, aún sigue siendo un misterio cuál es su conexión con la parte emocional.
Cuando el ser humano sufre un evento que le da pena, tal como recibir un piropo o derramar el café en la camisa del compañero, el cuerpo libera adrenalina. La liberación de esta sustancia hace que los vasos sanguíneos se dilaten para que la sangre y el oxigeno puedan moverse más rápido a través del sistema. Las venas en la cara también se dilatan para que más sangre fluya a través de ellas y esto concluye en un enrojecimiento facial muy revelador.
Este fenómeno está gobernado por el mismo sistema que se activa con la respuesta de lucha o huida (una respuesta fisiológica de los humanos cuando se sienten en peligro). Este sistema es involuntario y por lo tanto la ruborización no se puede controlar, de hecho tampoco se puede hacer a propósito.
Es tan incontrolable que existe la eritrofobia -el miedo obsesivo por ruborizarse en público- y es tan grave, que para las personas que sufren de esta enfermedad hay una procedimiento médico llamado Simpatectomía endotorácica. En la cirugía se seleccionan ciertos ganglios de la cadena simpática nerviosa, aunque no está comprobado que funcione a la perfección algunos aseguran que les ha ayudado bastante.
Nota tomada de Pulzo