Las posturas egoístas y sin sentido práctico, cuestionables desde todo punto de vista, de algunos dirigentes de la oposición ha dado un enorme oxígeno a la dictadura, hace apenas unos meses contra la pared. De la agonía al triunfo han hecho pasar a un régimen agotado, desprestigiado, hundido en sus fracasos y despropósitos.
El régimen ha sabido mover sus piezas y desmontar la unidad de la MUD que, aunque no sea la oposición en su conjunto, reúne a una buena parte y representaba a los ojos de muchos dentro y fuera del país un esquema organizado que otorgaba garantías mínimas de estabilidad en caso de algún momento de cambio o transición.
Con el apoyo de algunos irresponsables de la MUD al dialogo, eso que montaron con Rodríguez Zapatero (.@jlzapatero) y el también despreciable .@ErnestoSamperp, obligaron a la MUD a definirse, lo que trajo las dos vías de acción: la convivencia o la resistencia.
La primera es mortal. Participar en una suerte de cohabitación o de convivencia política para sobrevivir y gozar de ciertos privilegios es simplemente, un suicidio. Sentarse en una mesa de diálogo con el régimen fascista del .@NicolasMaduro para solventar los problemas secundarios y no los fundamentales como la liberación de los presos políticos, reconocimiento y respeto de la .@AsambleaVE Nacional, cese de la persecución y de los montajes de la nueva misión antigolpe que dirige el .@TareckPSUV Al Aissami, es simplemente entrar en una etapa de convivencia que anula la posibilidad de cambio y fortalece el camino de destrucción marcado por los cubanos y el grupo de traidores anclados todavía en Miraflores.
En democracia la cohabitación es muchas veces necesaria, nadie lo duda. El futuro de un país depende muchas veces de estos esfuerzos en los que todos ceden; pero cuando se trata de imponer un proyecto como el que han mostrado los mediadores del régimen, absoluta y vergonzosamente parcializados, el resultado es simple: el fortalecimiento del régimen y la desaparición de la oposición, al menos de esa que representa la MUD.
Distintamente, ante la convivencia forzada, surge la posibilidad de resistencia. La unidad en este caso es fundamental pero no alrededor ni con la presencia de los “convivientes” sino con la participación de la sociedad civil, de los distintos grupos y sectores del país. Esa resistencia, pacífica pero no silenciosa, no violenta, pero activa, debe estar dirigida por quienes han expresado la necesidad del cambio sin ambages, sin segundas intenciones, aquellos que han sufrido en carne propia la persecución y el odio del régimen.
La convivencia, en definitiva, NUNCA, a menos que queramos dejar el país al malandraje. Resistencia, SIEMPRE, en honor de nuestros grandes hombres de la historia y de las nuevas generaciones que merecen vivir en libertad y dignidad.
En este contexto debemos esperar la reconstitución de la MUD y la definición de una nueva estrategia para hacer de la resistencia pacífica el instrumento de cambio que los venezolanos, en su mayoría y es eso lo que cuenta, decidimos adoptar para desmantelar la farsa y abrir el camino de la recuperación de la democracia y la libertad.
Robert Carmona-Borjas