Fue necesario que el rector del CNE, Luís Emilio Rondón, declarara que “el CNE no ha discutido hasta ahora el cronograma para las elecciones a gobernadores”, que Francisco Ameliach, gobernador de Carabobo, le aclarara al Coordinador Electoral de la MUD, Vicente Bello, “que en el TSJ sí existe una demanda, introducida por Jorge Rodríguez, para exigir la inhabilitación de la MUD por haber cometido un gigantesco fraude electoral” y que, Gerardo Blyde, jurista y alcalde de Baruta, denunciara que “una sentencia del TSJ fechada el 26 de enero conducía directamente al Fujimorazo”, para que ¡al fin!, Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional y Coordinador Nacional de Primero Justica, afirmara “que en Venezuela lo que existe es un gobierno que ha tomado la decisión de gobernar por la fuerza bruta, la represión y la desmoralización del pueblo”.
En otras palabras que, una dictadura ortodoxa, bananera, tradicional, de las de antes, de las que no se le agua el guarapo a la hora de reprimir, encarcelar, torturar y matar y que, apresuradamente, ha introducido los cambios necesarios para enfrentar las resistencias que, sin lugar a dudas, se le vienen encima.
Era de suponer después de la desastrosa derrota que la oposición democrática le aplicó al madurismo en las elecciones parlamentarias del 6D, que determinó el fin del sistema híbrido (unas dosis de dictadura, más otras democracia, en un coctel que Chávez llamó “Socialismo del Siglo XXI), pero que, al final, concluiría envenenándolo, cuando los precios del petróleo no fueron suficientes para sostener “tanta belleza”.
Pero la oposición de aquellos días, semanas y meses, no estaba para oír malas noticias y prefirió tomar la vía contraria, proclamar que la utilidad del electoralismo brillaba con más fuerza que nunca, que la Constitución, más la presión de calle, preparaban al pueblo para la victoria definitiva, y siguió Revocatorio arriba, decidida a que el castrochavismo no conociera el 2017.
Y lo conoció, aún más, lo está disfrutando, pero no porque tuviera que salir de una vez con los dientes y garras con que amenaza ahora, sino por un artilugio, el diálogo, dicen que sacado del sombrero de un grupo de magos españoles y venezolanos, que, con el aplauso de Maduro, lograron que el sistema híbrido colapsara, pero como diría el poeta T.S. Elliot, “no con un grito, sino con un sollozo”.
Por eso, un Maduro cómodo, y quizá confiado, oye las noticias del cambio que, según Julio Borges, hay que introducir en la naturaleza, estrategia y destino de la MUD, si bien el dato de que más del 80 por ciento de los venezolanos rechaza el régimen, lo obliga a cerrar el grifo electoral, a barrer con los restos de la AN y a sacar de juego “esa MUD” que no lo deja dormir tranquilo, “como un niño”.
Desde luego que, nadie se ha divertido tanto como Maduro con las noticias que le llegan a diario de la división de la MUD, que partidos miembros de la Unidad, como UNT, de Manuel Rosales y “Avanzada Progresista” de Henry Falcón, se desprenden y adversan posiciones contrarias al diálogo o que no ponen demasiado énfasis en una campaña a favor de las regionales, pero sin que se entere del inicio de una guerra intraMUD que si terminaría de enviarla al baúl de los recuerdos.
Es todo lo contrario, la Unidad persiste, y es porque, tanto los que abogan por enderezar el rumbo, como los defiende continuar las políticas que desalojaron la calle y casi dan al traste con las conquistas del 6D, están prefiriendo (ellos sí) dialogar y evitar los traumas en caso de una discusión para la unión o la separación.
Una y otra vez, Maduro, le pide a Reverol que cliqueé, desde un celular, el audio de un evento en un instituto de politología de Caracas llamado “Fermín Toro”, donde Borges, con voz pausada, de profesor de clases de yoga, o más bien, de alumno del historiador Carrera Damas, dice:
“De manera siguiente tocaban las elecciones de gobernadores, hace un mes, en diciembre del año pasado: el gobierno también tomó la decisión de que no iba a haber elecciones de gobernadores y lo que ha habido entonces es un proceso de mayor asfixia, desde el punto de vista político de los espacios democráticos de un gobierno, que lo que ha tomado es la decisión de gobernar con la fuerza bruta, la represión y la desmoralización del país democrático”.
Y Borges va a seguir, y Reverol no da muestras de apagar el audio, cuando Maduro le dice: “Vámonos Néstor, que tenemos que terminar el decreto que crea las unidades de paz que saldrán a combatir los disturbios”. Y se van, presidente y ministros se van, no con miedo, pero si algo nerviosos.
Es el 1 de febrero del 2017, cuando gobierno y oposición vuelven a desplegar sus fuerzas, porque las derrotas o victorias para uno u otro bando, no significan el dominio o el aniquilamiento definitivo, y se sale de la victoria del 6D, o de la derrota del diálogo, con las mismas fuerzas para emprender la próxima batalla.
Por eso, Julio Borges, pasa revista a sus tropas, hace una quirúrgica descripción del momento, define al enemigo y luego precisa las urgencias que tiene la MUD si quiere recuperarse y proponerse la victoria definitiva. Insiste en el tema de la dictadura y el agotamiento del modelo electoral o electoralista:
“Esa es la realidad que estamos viviendo hoy; realidad que todos conocemos pero que quizás no hemos asimilado y metabolizado en toda su dimensión, y que era por eso que comenzaba con esa introducción, porque la perspectiva de este año que se inicia, es la de entender que el gobierno está absolutamente fuera de lo constitucional, de que el gobierno tomó la decisión de que no hay elecciones en Venezuela hasta que ellos no les dé la gana, y que frente a esa realidad de hecho, es donde la oposición tiene el desafío de verse como pueblo, como ciudadanos y como pueblo histórico, y que estamos en capacidad de vencer y de revertir esa realidad”.
En otras palabras que, otro párrafo definitivo en el discurso, otro con todo el peso de una reflexión sentida, porque si hay un dirigente de la oposición democrática que creyó en el diálogo y la solución negociada, ese fue Julio Andrés Borges.
Ahora, precisa, hay que tomar otro camino, hay que continuar pero con ideas y estrategia nuevas, y para ello, nada más importante que cuidar la unidad.
“La unidad” dice en el foro del Instituto de Estudios Parlamentarios “es un punto que nos atrapa en una de las mayores crisis que ha tenido la unidad democrática desde que comenzó en el año 2008. Primer desafío: si nosotros no somos capaces de reconstruir, relanzar, reorganizar y fortalecer, no sólo la unidad de la oposición, sino la unidad de toda la sociedad venezolana, nosotros vamos a perpetuar las herramientas y las bases para que el gobierno siga en esta inercia no democrática del país”.
Pasa de seguidas al que consideramos es el punto medular de su intervención en el Foro: “Esa es una tarea de la oposición, de los partidos, de la dirigencia y donde hay un sentido de urgencia con un compromiso desde el año pasado de relanzar la unidad y que todavía no se ha materializado. ¿Por qué no se ha hecho? Porque hay todavía una conjugación de visiones externas, sobre cuál debe ser la ruta política y sobre cuál, incluso, debe ser la naturaleza de la unidad; por eso lamento que no haya sido posible que se construya un rompecabezas unitario y pueda haber ese relanzamiento de la unidad”.
Que ya, incluso, ha sido anunciado por Jesús “Chúo” Torrealba, y por dirigentes de “Primero Justicia” y “Voluntad Popular” y, que definitivamente, no puede escapar de la próxima semana porque se acercan jornadas como la celebración del “Día de la Juventud”, el 12 de febrero, que tanta oportunidad ofrece para que la MUD se aparezca renovada y sin los abrojos que están entorpeciendo enormemente su presencia y desarrollo
Día que recuerda a los estudiantes del Seminario de Caracas que, oyendo el llamado a las armas del general, José Félix Ribas, se enfrentaron a Boves en La Victoria y lo derrotaron en 1814, a los que cumplieron las primeras jornadas de protestas contra el gobierno postgomecista de López Contreras en 1936 y a los que, el 2014, se rebelaron en San Cristóbal y fueron inundando el país de protestas para decirle al dictadorzuelo que Venezuela estaba viva y decidida a no dejar pasar su tiranía.
Y que dejará más claro que en cualquier otro fecha, que la unidad y la renovación de la MUD no podrá ser para tomar un atajo acomodaticio y coexistencial, sino para volver a la calle, entender que es el único camino ante el cual tiembla Maduro y que con una oposición que aprendió las lecciones del 2016, el 2017 será otra historia.