“Para lograr vivir hay que razonar, pero para querer vivir hay que imaginar”
Fernando Savater, La tarea del héroe
Los estudiantes de nuestra Universidad Central de Venezuela nos acaban de dar una hermosa lección de resistencia. Su ímpetu emocional y el ansia de reaccionar frente a los abusos del autoritarismo hegemónico, los llevaron a materializar la razón ética de su derecho a organizarse y actuar como gremio. De manera impecable, pacifica y valiente lo hicieron por la vía más democrática: la elección de la Federación de Centros Universitarios, vetada de manera ignominiosa por el TSJ. Un gesto de justa rebelión que nos insinúa un camino frente a la intransigencia.
Vivimos bajo un régimen de desmesura política, irracionalidad económica, conducta corrupta y justicia envilecida. Ya luce necio apelar a procedimientos políticamente correctos, como el de sentarse en una mesa de negociación frente, no a dialogantes, sino a auténticos tahúres con cartas marcadas y dados cargados. Ya lo han demostrado. Tampoco podemos enfrentarlos con violencia porque el gobierno, huérfano de respaldo popular, cuenta con la punta de las bayonetas, su única fuente de poder. Los caminos institucionales: legislativo, electoral, judicial, la denuncia, todos –con artimañas o por la fuerza- están siendo bloqueados.
Es entonces el momento de inspirarse en rebeliones pacíficas, como la liderada en los años 80 por Lech Walesa y su movimiento Solidaridad, precursores de las revoluciones de terciopelo y punto de ignición del entierro de la mentira comunista de 70 años. La Resistencia cívica es el camino, pero a conciencia de que exige liderazgo unitario, firmeza en el timón, presencia en la calle, desobediencia colectiva, reagrupación (en gremios, sindicatos, organizaciones vecinales), políticas de alianzas, gabinetes de sombra, propuestas alternativas y, muy importante: la imaginación que está estrechamente unida a la acción, a la libertad…
La UCV nos ha marcado la ruta.