Maduro y la yuca amarga, por @MichVielleville

Maduro y la yuca amarga, por @MichVielleville

thumbnailMicheleVielleville

Linda Frandelys Polanco Olano, se encontraba junto a su familia ese sábado 25 de febrero en el barrio El Museo, de la parroquia Luis Hurtado, al Sur de Maracaibo. Ese día, en horas del mediodía ella estaba llorando, pues –como  muchos otros niños en el país-  lo hacía porque tenía mucha hambre. A ella no le gustaba la yuca, pero el hambre y la situación en su hogar no le dejaban otra opción. Poco tiempo después de haber almorzado aquello, comenzó a ponerse morada y tuvo que ser recluida en el hospital General del Sur, en Maracaibo. La niña presentaba síntomas de intoxicación. Luego de 48 horas de hospitalización y pese a los esfuerzos humanos, nada se pudo hacer. Trascendió que ese lunes 27 de febrero cerró sus ojos, se entrego al sueño y despertó en el cielo.

Linda tan sólo tenía un año de edad. Murió de envenenamiento tras haber consumido el cianuro generado por la yuca amarga. Sus padres y otros cuatro hermanos también presentaron síntomas de intoxicación. Pero desafortunadamente ella fue la única que se sumó a la larga lista de personas que en nuestros días se lleva esta crisis.





Hoy es mayor el peligro para todos los ciudadanos venezolanos, quienes al no poder contar con una alimentación digna, resultado del caos económico, terribles políticas salariales y la destrucción del aparato productivo nacional, se encuentran a merced de situaciones tan insólitas como, por ejemplo, ante el riesgo de morir por el consumo de yuca envenenada, inducidos por la hambre.

La agudización de la crisis y la brutal escasez en los hogares venezolanos han modificado radicalmente sus hábitos alimenticios, optando por el consumo de vegetales y tubérculos, y renunciando definitivamente a la ingesta de carnes, o pollos. Y en  medio de este nuevo patrón alimenticio la yuca se ha convertido en una opción para quienes no consiguen, o no pueden comprar otros alimentos, por falta de dinero o como resultado del desabastecimiento, ambos efectos provocados por malas decisiones de la élite gobernante. Lamentablemente el consumo masivo de este tubérculo ha venido acompañado con las noticias más aciagas y que generan una profunda indignación en el país, y el mundo.

El decrecimiento acelerado de nuestra economía, la grave inflación, y las terribles fallas en la distribución  de alimentos, han hecho que los más pobres hoy no tengan cómo poder adquirir productos básicos  para subsistir, porque cerca de un 93,3% de la población no le alcanzan sus ingresos. En la actualidad 81,8 % de los hogares venezolanos se encuentran en pobreza, y esta situación se ha visto confirmada en las numerosas escenas de ciudadanos hurgando entre la basura, para obtener algo de comer para ellos y dar a sus familiares; o como en el caso de la familia de Linda Polanco, cuando han tenido que ingerir alimentos contaminados, por la misma necesidad, al precio de dejar de vivir.

Pero ¿cuál ha sido la respuesta del gobierno a esta grave situación? ¿Qué ha dicho el presidente al respecto? Por más insólito que parezca replicamos lo que dijo –entre  risas-  hace algunos días: “Cuidado con la yuca amarga, no se puede comer…la amarga no se puede comer. En estos días alguien comió yuca amarga. Eso a veces sucede…tuvo un accidente y tuvieron un problema grave”(Nicolás Maduro dixit). Vergonzosa. Así podría calificarse esta respuesta. Una declaración que no dice nada, pero a la vez dice todo.

En efecto, Maduro no sólo se ha ganado el rechazo generalizado de toda una sociedad por sus malas decisiones, sino que también su verborrea lo ha hecho objeto de desprecio. Él sabe muy bien que esos accidentes o “problemas graves” le han costado la vida a venezolanos –incluidos niños- resultado de su incapacidad para recuperar la estabilidad económica, y garantizar una calidad de vida digna para cada ciudadano. Su estilo de discurso cerril sólo le ha vuelto más incapaz de reconocer el dolor de esas familias, en este momento víctimas de la necesidad, y que hoy exponen su salud al riesgo de la inseguridad alimentaria, en la cual nos encontramos todos sumergidos.

Sus palabras muestran la verdadera posición de él y todo su gobierno ante la crisis: son insensibles al dolor del pueblo. Ciegos a la realidad. Demuestran que son sujetos que no estarán dispuestos a rectificar, pero sí decididos a no permitir que se lleve a cabo ninguna convocatoria electoral en este año, a través de las cuales se podría contribuir a modificar el estado actual de nuestra realidad política, económica y social, en un corto, mediano y largo plazo.

El caso de Linda  es sólo uno, entre el infinito drama que a diario vivimos los venezolanos. Su muerte injusta, al igual que la de muchos otros ciudadanos victimas no sólo del hambre, sino también de la inseguridad, o escasez de medicamentos, son razones suficientes que nos motivan a no desmayar en la lucha democrática por recuperar una Venezuela libre y estable en todos los órdenes. Pero ese ideal es, precisamente, el que representa un trago verdaderamente amargo para este régimen.