“La vida me ha golpeado mucho”, dice Amelia Machado mientras muestra el cuarto en el que hasta hace unos días dormía su hijo Elías, muerto de hambre el lunes, publica Correo del Caroní.
El cuarto es en realidad la salida de una casa de zinc y bloques con las puertas sostenidas por mecates en lugar de bisagras: en esas cuatro paredes que conviven con un colchón manchado y ahora estático por la ausencia de su dueño, están ella, sus dos hijas y su esposo.
Elías Leonardo Zambrano Machado. Así se llamaba la nueva víctima del hambre en Ciudad Guayana. O, al menos, así se llama la nueva víctima del hambre sobre la que se tiene información.
Sufría retardo mental. El certificado de defunción apuntó tres causas: desnutrición severa, parásitos y retardo. La suma de todo lo llevó al deceso. Porque, para su condición mental, por supuesto, sus familiares no conseguían las medicinas: el país de la escasez se los imposibilitaba. El país de la escasez también le imposibilitó la vida a Elías.
Cifras gordas, estómagos vacíos
Hasta principios de marzo, ocho niños habían muerto de hambre en San Félix. Más recientemente, la concejala Aida González (Acción Democrática) denunció que en el barrio José Tadeo Monagas, también en San Félix, cuatro ancianos habían muerto por complicaciones asociadas con la desnutrición.
En las últimas semanas la ciudad ha colapsado en varias oportunidades porque los vecinos de muchas comunidades han protestado por una razón: no hay comida. Eso, amén de que hace más de un año, el presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció los CLAP como la solución definitiva contra la escasez.
Una de esas familias a las que la bolsa del CLAP le ha paliado el hambre apenas un par de veces y por dos días, es la de Elías Zambrano: gran parte de los dos paquetes que les llegaron lo destinaban a él.
“Él, cuando olía la comida, empezaba a darle a la puerta. Para pedir yuca, decía cuca”, recuerda su hermana. Pero la mayoría de las veces no había qué darle, y desde su silla de ruedas “se ponía bravo y bataqueaba las cosas”.
Rasguñando
Amelia está ahora en el frente de la casa. Allí, sus otros hijos desmalezan el patio porque allí velarán a Elías en la mañana del miércoles en una urna que le donó el consejo comunal.
Dice que ha ido varias veces a la Alcaldía y que pidió ayuda con algo que, considera, ha de ser la solución para los problemas económicos de la familia: un refrigerador. Porque con el refrigerador “puedo vender hielo, refresco y esas cosas”. No tiene ni siquiera nevera: apenas una cocina y las camas. Literalmente.
Crisanto Zambrano, el papá de Elías, trabaja en un campo. Desde allí, a veces, además del sueldo mínimo, sin bonos de alimentación incluidos, lleva algo de comida, principalmente auyama. Pero dividirlo entre cinco personas es lo complicado.
“A veces Elías comía lo que encontraba en el suelo. No teníamos para darle y teníamos que estar siempre pendientes de él”. Lo estuvieron hasta que el lunes pasó lo que pasó.
Casi coincide la muerte de Elías con la publicación, por parte de Transparencia Venezuela, de un informe que, sustentado en investigaciones de la Asamblea Nacional, determinó que la gestión de Rodolfo Marco Torres en el Ministerio de Alimentación ha despilfarrado 27 mil millones de dólares. Eso, por supuesto, ha repercutido en miles de familias venezolanas. Una de ellas, la de este joven que es ahora una víctima mortal del hambre y de la escasez.
Mientras esperan su cadáver, por cierto, su hermana de 13 años, Oriadny, con las clavículas marcadas por la delgadez, igual que el resto de su familia, pregunta a los periodistas: “¿Ustedes no trajeron la bolsa de la comida?”.