Venezuela tiene 17 años secuestrada por los más miserables seres que pudieron haber llegado al poder. Avariciosos, corruptos, crueles, desalmados, mentirosos e irresponsables, que destruyeron la economía, se llevaron por delante la primera empresa del país, regalaron nuestros recursos, crearon esa gran fábrica de ciudadanos empobrecidos que engrosan día a día nuestra sociedad, permitieron y auparon que el hampa se apoderara de las ciudades y campos, pero, ante todo, dividieron a la población, discriminaron, persiguieron, reprimieron y encarcelaron a sus oponentes, y acabaron con el progreso y el bienestar que todos los ciudadanos de cualquier país, buscan en aquel pedacito de tierra que llamamos “Patria” y en el cual queremos vivir.
Quienes han sufrido aun más que nosotros, los que conocimos la otra Venezuela, aquella donde – a pesar de cualquier diversidad de opinión, la solidaridad y afecto siempre estuvo presente, donde éramos capaces de ser felices sin odio entre hermanos – son nuestros muchachos. Ellos, los jóvenes, los que nacieron después del golpe militar que lideró el fallecido Chávez en 1992, no han conocido otra Venezuela que no sea la de la confrontación e instigación al odio y la división, porque ellos, desde su mas tierna infancia, solo han vivido para presenciar como ésta pandilla de gánster que hoy nos desgobierna, les robó el futuro, porque nunca procuraron darles oportunidades de vivir en una sociedad que les ofreciera proteger sus derechos, garantizarles la vida, la integridad física, la salud, la alimentación, la educación, pero tampoco su derecho a expresarse, a no ser perseguido por sus ideas, a manifestar, a elegir libremente y ser elegido, a vivir con dignidad y libertad, bajo el amparo del Estado de Derecho y de Justicia, como mienta la Constitución, la misma que pronuncio Chávez y que han enterrado ellos mismos, amparándose en una revolución miserable, para mantenerse en el poder.
Los jóvenes, irreverentes, que llevan la fuerza de la inexperiencia como arma inmortal, no piensan en el peligro que enfrentan al frente de esas armas de fuego que están listas, no para disuadirlos, sino para dispararles, porque así enfrentan las dictaduras a quienes están dispuestos a retarlos, exigiendo libertad. Esta semana murieron 2 hijos de la Patria, Jairo Ortiz de 19 años y Daniel Queliz de 20 años, asesinados por fuerzas policiales que, a pesar de que ellos también están pasando hambre y todo tipo de necesidades, están dispuestos a matar a quienes podrían ser sus propios hijos, con tal de hacerle loas a la dictadura. Los hijos de la Patria le crecieron guerreros, alimentados por los valores y principios democráticos aprendidos en sus casas, en las aulas de clase y en aquello intrínseco que tiene todo ser humano, que nos hace discernir del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, del idealismo y la realidad.
Hoy quiero dedicarle estas palabras a ellos, a los que partieron, a los que no tuvieron la oportunidad de conocer una Venezuela que los arropara para protegerlos y verlos crecer en un mar de oportunidades. Quiero dedicárselo a todos los Oliver Sánchez que murieron clamando por sus tratamientos médicos, pidiendo una oportunidad de vida, a todos los Kluivert Roa que murieron pidiendo clemencia a sus verdugos mirándolos a los ojos, a todos los Bassil Da Costa, que han muerto en las calles, con la bandera tricolor pintada en sus caras y la vista puesta en la esperanza de luchar por un futuro mejor.
Son nuestros muchachos los protagonistas de esta batalla heroica para quitarle de las manos a la dictadura moderna del siglo XXI, la Venezuela secuestrada, y pasarán a la historia como los redactores de cada línea de esperanza que están escribiendo con su sangre, para decirnos que saldremos adelante y reconstruiremos al país, para que todos los hijos de esta patria hermosa llamada Venezuela, puedan vivir en paz, libertad y progreso. Aquellos que ya no están físicamente, que partieron sin conocer esa nueva Venezuela que veremos nacer, deberán ser recordados siempre en nuestros corazones, porque solo recordando sus sueños, sus ideales y su lucha por la libertad de su país, al que entregaron sus vidas, los haremos inmortales. Dios bendiga a nuestros muchachos.