En estos días, conversando con unos apreciados colegas sobre lo que representa la gesta de libertad que libramos los venezolanos contra la dictadura de Nicolás Maduro, me preguntaba uno de ellos si yo consideraba que ya hemos quemado nuestras naves, recordando aquel pasaje de la historia donde Alejandro Magno, al llegar a las costas Fenicias y observar que sus enemigos le triplicaban en número y que su tropa se veía derrotada antes de iniciar la batalla, mandó a quemar todos los barcos para mostrarle a sus hombres que vencer era ahora una necesidad, pues la única forma de volver era triunfando en la batalla y regresando en las embarcaciones de sus enemigos.
Asimismo, en la lucha que actualmente se vive en nuestra tierra, debemos comprender que nuestras naves ya ardieron, y en este punto resulta inoficioso saber si las quemamos nosotros o lo hicieron ellos. Lo cierto es que el único camino es vencer. Los venezolanos desde hace mucho tiempo cambiamos el vivir bien por el solo vivir, y ahora ya estamos solo sobreviviendo. Son incontables las renuncias a las que nos hemos visto obligados, desde uno que otro lujo hasta lo más básico y necesario.
Les hablo de la “sobrevivencia” porque ni a eso podemos volver. Ya quemamos nuestras naves, si ante la determinación de este noble pueblo, si ante la afonía de muchísimos que gritamos pidiendo democracia, si ante los zapatos gastados y la piel quemada por el sol, si ante el gran número de despedidas de nuestros jóvenes caídos a manos del régimen, no logramos vencer, no hay sobrevivencia que valga, pues ya no hay naves que abordar. La última estafa que el dictador hace llamar “constituyente comunal” nos arrebataría lo escaso que pueda quedar.
Si se enfría la calle, no solo renunciaremos a nuestro derecho a decidir el rumbo que debe tomar nuestro país, sino que veríamos una oleada de desaparecidos, presos y muertos que se sumarían a la gran lista de derechos que también fenecerían a manos del indolente dictador, que como niño malcriado al ver que va perdiendo la batalla, pretende imponer un cambio de las reglas.
Entendamos hermanos, como sucedió con el ejército de Alejandro Magno y posteriormente con el de Hernán Cortés (quien uso la misma estrategia en la conquista de México), YA ARDIERON NUESTRAS NAVES Y ESTAMOS OBLIGADOS A VENCER. Llenos de fuerza y cargados de muchísima fe debemos seguir adelante con paso decidido a conquistar nuestros derechos y construir ese país que día a día soñamos para los nuestros.