Canto a un pueblo digno
Cabezas de cascos y metralla
Era ese enjambre dispuesto
A nublar de gases tóxicos el cielo.
No eran soldados, sino esbirros
Con aliento de pólvora y ávidos
De muerte y dolor.
¡Avanzar, aniquilar, ya los vamos a matar!
Era el cántico coreado por esos
Mensajeros de plomo y perdigones.
¡Aquí estamos dispuestos a luchar!
Gritaba un pueblo hecho coraje
Arropado con las banderas de la dignidad.
Y la muchedumbre entonaba sus consignas
Pidiendo libertad.
Era más que una concentración de gentes,
era una mezcla de honor, decoro y compromiso.
Ese deber que se asume placenteramente
Para defender un ideal patriótico.
Y en La Estrella cayo Moreno,
El brillo de su cielo se oscureció de repente,
Y Paola súbitamente dejo de ver
la montaña andina donde encumbraba sus sueños.
Y en Caracas, un rio de mujeres limpias
Rodaron a las sucias aguas del Guaire.
¡La bandera no, mi pendón que no se manche!
Exclama la joven asfixiada,
y la abuela saco fuerzas de su
Pudicia y se hundió en el cauce para izar
Con sus esmirriados brazos el tricolor
De la vergüenza.
Y la inocencia de la juventud caía herida
Y la bravía mujer paraba el tanque
Con unos huesos blindados de vergüenza.
Y apareció el muchacho
con la biblia en su diestra, vestido
De piel de Dios, se trepaba en la tanqueta
Por el joven que aplastó.
Y ondulaban mis banderas, y sus providencias
Fulguraban en medio del humo pérfido
Que el diablo disparo.
Y la mujer que lo pario,
La abuela que lo arrulló,
Convierten sus faldas y pantalones
En municiones de conciencia.
Y marcharemos por ese lugar
Donde mataron al hijo,
Será altar ese terreno
Para sembrar la memoria
Sin furia pero con dolencia,
Esta vez mojadas de lágrimas
Reposaran mis banderas
Sobre esas tumbas regadas
Con la sangre derramada
Que han manchado la partitura
De Cañizales. Y su música celestial
Se escuchara en ese cielo de esperanza azul
Y una coral terrenal hará temblar de pena
A sus baladrones que sentirán el peso de
Nuestros difuntos.
Por esos muertos, nuestros extintos,
Que no se marchitaran en el olvido
Nada más quiero justicia,
que no tenga una letra de venganza
que se escriba con las manos de todos
menos con el puño del traidor,
ni la afonía del falso defensor,
ni los sermones agonizantes
de jueces sentenciados por el crimen
de matar la ley que violan para ascender.
Magistrados de estropajo,
Embajadores con pasaportes
Empolvados de menjurjes,
Títeres de casaca claveteada
De insignias regaladas,
Vivirán muertos en el repudio de
Un pueblo que no dejo morir
Su identidad.
Por Antonio Ledezma, dese su “casa por cárcel”, 7 de mayo de 2017.