El pasado 1 de Mayo, Nicolás Maduro anunció la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que horas después formalizó mediante decreto.
El artículo 347, de la vigente carta magna, establece que el objeto de una Asamblea Nacional Constituyente es “transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”.
En abierta violación al principio de la universalidad del voto, base fundamental de un régimen democrático, Maduro advirtió que se elegirían unos 500 constituyentes de los cuales “aproximadamente unos 200-250 resultarán electos por la base de la clase obrera de las comunas” lo que busca obtener el control del órgano a pesar del manifiesto rechazo popular al chavismo-madurismo.
Tanto la convocatoria como las bases hasta ahora esbozadas son un fraude y representan una amenaza real contra “valores, principios y garantías democráticas” en los que creemos y sobre los que debemos fundamentar nuestra existencia como nación.
Si bien de las consecuencias más próximas que pudiera tener la realización de una Asamblea Nacional Constituyente –de desinflarse el poderoso movimiento de calle que hoy sacude a Venezuela lo que personalmente creo imposible- es la suspensión de las elecciones regionales y municipales e incluso las presidenciales de manera indefinida, lo que todos debemos considerar es la capacidad de los constituyentistas de desmontar la denominada V República y dar paso a una VI cuyas características hoy ignoramos.
Confieso que si la Asamblea Nacional Constituyente fuese electa de manera universal, directa y secreta, bajo la égida de un Poder Electoral que garantice transparencia absoluta, esta sería de las mejores alternativas para resolver sobre el modelo de estado y de sociedad que los venezolanos merecemos y a su vez para salir de la recurrente crisis económica-social-política que padecemos, pero comoquiera que no es así solo nos queda la protesta cívica para que se produzca el cambio deseado que más temprano que tarde implicará desmontar el estado hipertrofiado, ideologizado, excluyente, ineficiente, corrupto, que en estas casi dos décadas la burocracia gobernante nos ha impuesto.
La V República se aproxima a su fin.
Maduro y su entorno quieren liquidarla al convocar la constituyente que derogaría lo que Hugo Chávez consideró su obra más trascendente: la actual Constitución Nacional, el librito que tantas veces enarboló orgulloso.
Pero nosotros opositores convictos y confesos debemos entender que la extinción de la V República es también nuestro objetivo superior. El modelo de país que Chávez nos legó es incompatible con la modernidad y con la existencia de una sociedad de iguales pero iguales para el éxito, para la prosperidad, para una vida digna y de calidad.
A finales de la década de los 60, los estudiantes franceses lideraron un poderoso movimiento de reclamo por cambios profundos en la sociedad gala bajo un lema que bien puede aplicarse a la lucha que millones libramos aquí; “El sistema se hunde, hazle peso”.