Durante los últimos meses en Venezuela, ser periodista, fotógrafo o camarógrafo supone transitar en un “fuego cruzado” entre manifestantes y la fuerza pública en el que ya han muerto 62 personas y un millar han resultado heridas.
Lograr fotografías o imágenes de televisión de las protestas en contra del Gobierno del presidente Nicolás Maduro exige para quienes están detrás del lente aprender a respirar dentro de la máscara entre nubes de gas lacrimógeno, o evitar ser blanco de canicas u objetos contundentes que vuelan en medio de los choques.
Una fotógrafa envuelta en un chorro de agua lanzado por un camión antidisturbios, la foto de una periodista con el rostro ensangrentado, o un reportero señalado de infiltrado en una protesta son el pan diario en este país, donde la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha recordado a organizaciones y medios la “obligación” de denunciar la situación.
“#ALERTA Reportero gráfico de @elsol_oriente, Juan Carlos Moreno, fue amenazado por grupos frente a la Universidad Santiago Mariño #Maturín”, se lee este jueves en un tuit del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), una de las organizaciones que documenta las acciones en contra de los comunicadores.
Se repiten los mensajes de denuncias sobre amenazas, detenciones, heridos o golpeados, pese a que en sus chalecos de los batallones de periodistas reza como un escudo “PRESS” o “PRENSA”.
El SNTP, desde el 31 de marzo hasta el pasado 28 de mayo ha contabilizado 155 casos de agresiones a la prensa, en hechos que incluyen golpes, empujones, afectados por gases lacrimógenos, perdigones, detenciones, robos o destrucción de equipos de trabajo.
El secretario general del SNTP, Marco Ruiz, explicó a Efe que en esos hechos han resultado afectados 188 trabajadores de medios.
Detalló que del total de denuncias, en 110 casos se señalan como presuntos responsables a organismos de seguridad del Estado, 25 son atribuidos a civiles armados y 23 corresponden a detenciones.
“No importa si tienes un chaleco a prueba de balas que dice ‘Prensa'”, confesó uno de los fotógrafos a Efe, quien prefirió no identificarse.
Según relató, “debes tener cuidado con los líderes de las guarimbas (bloqueos)” que pueden confundirte con un infiltrado, pero también con las autoridades, ya que “pueden quitarte las cámaras y obligarte a borrar tus fotos en las que has capturado instantes de vandalismo o violaciones a la libertad de expresión”.
“Durante los disturbios tienes que tener cuidado también de no quedar en medio de la protesta, porque los gases lacrimógenos de un lado y las piedras desde el otro te van a dejar hematomas”, confesó este profesional, quien aseguró que también es un peligro tener un acento extranjero.
Se refirió al caso del fotógrafo de Efe Miguel Gutiérrez, que este jueves fue impactado con una piedra en el casco, o uno de sus compañeros a quien un objeto lanzado a alta velocidad lo golpeó en la escápula.
“Los riesgos se acrecientan con el paso de los días en el que el rumor de infiltrados causa temor en las filas de ‘guarimberos'”, advirtió.
Si salir a la calle puede ser complejo, estar frente al teclado no hace inmune a quienes transcriben la realidad venezolana.
“Acaban de dispararle a un estudiante en la Universidad Central”, dijo con voz nerviosa una reportera, quien media hora antes había dejado a su hijo en esa casa de estudios y que, entre lágrimas, celebró cuando escuchó su voz en el teléfono.
También “somos ciudadanos. No nos alcanza el salario, tenemos que buscar comida o medicinas y, además, contar la historia del país”, confesó esta experimentada periodista y catedrática que, como muchas venezolanas, lidia con la posibilidad de que su hijo deje el país en busca de oportunidades, como decenas de profesionales que emigraron. EFE