Las elegidas por la Unesco son 15, lo que lo ubica como uno de los países con mayor número de inscripciones en esa prestigiosa lista.
Recorrer cualquier rincón de España, en especial sus cascos antiguos, nos transporta a una experiencia única e irrepetible donde la riqueza histórica y cultural, además de la amabilidad de sus habitantes, le otorgan un especial encanto, al punto que 15 de sus ciudades han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, lo que lo ubica como uno de los países con mayor número de inscripciones en esa prestigiosa lista.
Quien ha tenido el privilegio de conocer algunas de esas ciudades no duda en reconocer lo acertado de esa decisión, porque Alcalá de Henares, Ávila, Baeza, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Ibiza/Eivissa, Mérida, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna, Santiago de Compostela, Segovia, Tarragona, Toledo y Úbeda, tienen los blasones suficientes para mostrar a los visitantes y encandilarles con sus atractivos.
Es seguro que muchos podrán aportar más ciudades a esa ya poblada lista, pero vale una descripción ínfima de algunas de ellas, por el espacio que implica un artículo, para coincidir con los expertos de la Unesco.
A tal punto se han tomado en serio los españoles el orgullo de sus ciudades galardonadas, y el cuidado y seguimiento que ello implica -destinos turísticos de referencia y visita obligada-, que se ha conformado a principios de los años 90 el Grupo Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España.
Y en estos tiempos donde los números mandan, es menester recordar que este conjunto de urbes ofrecen más de 500 monumentos declarados bienes de interés cultural; cerca de 57.000 plazas hoteleras; 365 espacios para reuniones y congresos con capacidad para cerca de 200.000 personas; recibe más de 4 millones de visitantes al año; y poseen la impronta de al menos tres culturas que han convivido dentro de sus límites.
Pero los números por sí mismos no reflejan la importancia histórica, cultural y patrimonial de estas ciudades, si no, ¿cómo valorar, por ejemplo, encontrarse de golpe con la casa donde nació el máximo exponente de la lengua castellana, Miguel de Cervantes Saavedra, en Alcalá de Henares?
Imposible reducir a frías estadísticas esa sensación única de caminar por las calles de esa urbe tan antigua que se pierde en la memoria, plena de literatura, arte y sabiduría, donde es posible participar de una fiesta medieval en un increíble escenario natural de calles estrechas y mercados que nos remontan a siglos de historia.
Lo mismo puede decirse con Toledo -ambas a pocos kilómetros de Madrid- donde el laberíntico juego de callejuelas que suben, bajan y se entrecruzan permiten en un momento dado apreciar el colosal Alcázar, con tanta historia pasada y no tanto, encerrada en sus murallas, o quedar pétreo ante sus arcos de ingreso, la judería, o la maravillosa obra de El Greco.
Qué decir entonces de la castellana Salamanca que se remonta a más de 2.700 años, con su universidad -la más antigua de su país y del mundo hispánico- que traspasó los límites de España; sus casa señoriales y palacios; lugar donde Cristóbal Colón planificó su primer viaje a lo que serían las Américas.
O bien la tan andaluza Córdoba, cuna de grandes pensadores y científicos, como Maimónides, en donde la cultura musulmana dejó bien marcada su impronta como lo demuestra la increíble mezquita; ciudad acariciada por los márgenes del Guadalquivir y cuyos inicios se pierden en la historia, allá por el siglo I antes de Cristo.
También cerca de Madrid, Segovia invita a comer un sabroso cochinillo en el mítico restaurante El Duque, lugar de peregrinaje de celebridades de todo el mundo, bajo la impactante estructura del acueducto romano con sus enormes arcos en perfecto estado de conservación.
Y es imprescindible visitar el alcázar, con sus agujas apuntando hacia el cielo desde lo alto de la colina, y que fue una de las residencias preferidas de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel.
Si del norte se trata, Santiago de Compostela, capital de la comunidad autónoma de Galicia, es una maravilla consagrada a la Fe, con su imponente catedral visitada todos los años por miles e peregrinos llegados de los más diversos puntos del planeta.
Esa ciudad de piedra oscura, llovizna constante, calles angostas y bulliciosas, por la cantidad de estudiantes que colman sus rincones -es una villa universitaria por excelencia- y donde todo confluye a la plaza del Obradoiro, es un placer para caminarla, ir temprano al mercado, o ingresar a un convento de clausura donde es posible escuchar cantos gregorianos, toda una experiencia mística.
Cáceres, muy cerca del límite con Portugal, es otra de las ciudades Patrimoniio de la Humanidad que asombran al visitante por su arquitectura, su historia, y un sinfín de posibilidades para aprovechar una visita.
Su parte antigua es uno de los cascos urbanos medievales mejor conservados del mundo, con la Plaza Mayor de dimensiones extraordinarias donde las construcciones de miles de años dejan al descubierto el diáfano cielo de esa joya de Extremadura.
Cataluña no es la excepción en cuanto a aportar a esta lista de la Unesco, y pese a que tiene ciudades tan bonitas como Barcelona y Girona, la elegida fue Tarragona, a orillas del Mediterráneo, adonde domina el anfiteatro romano de Tarraco, construido en el siglo II después de Cristo.
Los pequeños balcones embanderados y floreados miran hacia las calles estrechas que se bifurcan de un lado a otro de la ciudad, recorrida por el aroma del mar que todo lo invade, lo que hace de Tarragona un sitio perfecto para conocer gran parte de la historia de occidente.
Estas son algunas de las 15 ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, que como se explicó en un principio, por cuestión de espacio son un esbozo de lo que se puede descubrir y dejan fuera las otras de la lista, aunque esto no signifique que su importancia sea menor.
España es este patrimonio impresionante que lega a la humanidad, y es vida, son caminos, gastronomía, gente, cultura, y raíces tan profundas que abren una infinidad de posibilidades para los turistas argentinos.