Luis Alberto Buttó: Celebraciones e incoherencias

Luis Alberto Buttó: Celebraciones e incoherencias

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Hay celebraciones que pierden todo significado cuando quien las parapetea y/o encabeza evidencia, con tenacidad digna de mejores obras, estar años luz de encontrarse a la altura del suceso rememorado. Vale decir, vociférese cuanto se vocifere, huérfanos de pruebas en contrario, en ocasiones, ciertos personeros demuestran la carencia de idoneidad para representar la envergadura de lo conmemorado. En tales circunstancias, la celebración en sí misma horada la conciencia nacional al recordar la farsa en que el país se ha transformado de tanta malevolencia hecha política oficial. Celebrar la victoria culminante obtenida en suelo patrio contra un fenecido imperio que llegó a jactarse de que en sus dominios nunca se ocultaba el sol, cuando la independencia así obtenida se desdibuja por acciones y obras de quienes se autoproclaman herederos de aquellas glorias, es, cuando menos, un contrasentido. Contrasentido que, de estar vivos, maltrataría el corazón de los libertadores, al percatarse ellos que, sin solución de continuidad, de una dominación se involucionó a otra.

A las arcas de imperios fracasados fueron a parar ingentes recursos nacionales para potenciar la única industria que sobrevivió a la paranoia armamentista de Los Urales, al comprar pertrechos bélicos pensados para utilizarse en guerras que jamás se pelearán pues sólo el imaginarlas ya implicaba el acto de rezumar insania. Con imperios emergentes se endeudó al país y sus generaciones futuras para adquirir electrodomésticos rudimentarios, para edificar viviendas que bien y mejor pudieron construir connacionales a los que así se les hubiese brindado oportunidades, empleo y prosperidad y para mercar artilugios represivos que en calles y avenidas amenazan, cuando no pisotean, el derecho de manifestantes a exigir libertad. Con empresas conocidas por su corruptela se negoció la construcción de puentes, cuando en esa tecnología la nación dictó cátedra mundial cuando le tocó hacerlo al despuntar la democracia. A países ubicados en la esfera tercermundista se remitieron divisas destinadas a cancelar toneladas de pollos congelados que granjas nacionales podían haber surtido frescos, dignificando el esfuerzo de hombres y mujeres deseosos de trabajar con denuedo para demostrar la querencia sentida por su tierra. Con tiranías rémoras de pasados oscuros se triangularon medicamentos que ni siquiera producían, a sabiendas de que si en algo siempre fueron buenas esas satrapías, precisamente, fue en revender con sobreprecio. Para hacer corto este cuento inimaginable por absurdo y doloroso, el asunto se resume en independencia maltratada por políticas gubernamentales que para desdecir lo otrora alcanzado, se tradujeron en el cuestionable éxito de hacer exponencial el subdesarrollo acomplejado y dependiente. Historia de agravios que incrementa el horror de la tragedia cuando se recuerda que hace 196 años se peleó para erigir la república y ésta, en esencia, es respeto a la soberanía popular y ejercicio de la ciudadanía, lo que ahora se pretende desmontar sin prurito alguno.                  

Por televisión, se miran en diferido las celebraciones oficiales y la vergüenza, aunque ajena, no deja de conturbar. Señores, la patria no se canta: la patria se construye.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3

 

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