“Vivimos peor que los animales”. Cerca de un centro humanitario para migrantes abierto en París, Ibrahim duerme entre los ruidos de los coches, junto a un millar de afganos, eritreos y sudaneses, en el mismo lugar donde se produjo una gran evacuación a principios de mayo, reseñó AFP.
El objetivo de todos ellos es entrar en ese centro, principal dispositivo de tránsito en Francia, que permitió a 12.000 migrantes no tener que dormir en la calle desde que fue inaugurado, en noviembre. Pero ante la aceleración de las llegadas, la creación de plazas no pudo seguir el ritmo.
“El ruido, la suciedad… ni los animales lo soportarían. Pero somos refugiados, no estamos aquí para beneficiarnos del sistema”, explica el joven afgano, mostrando su campamento improvisado: una lona y una tienda a unos metros del punto en el que se cruzan la autopista y la ruta de circunvalación parisina en la puerta de La Chapelle.
Hace varias semanas que se reinstaló el campamento en esa zona, bajo unas vías, a pesar de las precarias condiciones. La asociación Francia Tierra de Asilo contó “1.178 personas” la semana pasada, esto es “200 más por semana”.
“Cuanto más esperamos, más se deteriora la situación”, considera Pierre Henry, director general de la asociación, considerando que es “obligatoria” una evacuación.
El 9 de mayo, algo más de 1.600 migrantes fueron evacuados del mismo lugar, en lo que entonces fue la mayor operación de puesta a cubierto en seis meses.
Siete semanas después, la situación es tensa. Destruidos en las calles, hay tres puestos de agua y algunos baños. “La gente vive rodeada de desechos, y ellos mismos se sienten como desechos, es atroz”, lamenta Solange Van Beest, en misión de observación para el centro Primo Levi de ayuda a los refugiados.
Algunos residente de la zona también se quejan: “¡No podemos más con la suciedad!”, deplora Jean-Nöel, quien reside en una torre vecina.
Son las seis de la mañana y el campamento se despierta poco a poco. Un hombre se lava la cara con una botella de agua, otro reza en silencio, y hay una fila de 200 metros de sacos de dormir.
“La vida es decepción”
Frente a la saturación de este establecimiento parisino, asociaciones y colectivos reclaman que se abran otros centros similares en Francia. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, escribió por ese motivo al ministro del Interior, Gérard Collomb, y reiteró ese mensaje el martes ante el primer ministro, Edouard Philippe.
A las 7:00 am (hora local), un centenar de hombres esperan ante las rejas. “Para nosotros es difícil volver a nuestros países, que están en guerra. Aquí hay seguridad, derechos humanos”, declara Musa, un sudanés. “Pero lo que queremos es un techo”.
El jueves, el prefecto de la región, Michel Cadot, reconoció que hay una situación “poco satisfactoria” que “reclama innegablemente la búsqueda de una solución”. Pero eso pasa también por “una mayor eficacia” de los envíos de migrantes a los países europeos en los que dejaron sus huellas, advirtió.
Esa posición irrita a las asociaciones.
“La gente está perdida en un laberinto administrativo”, se queja Yann Manzi, de la asociación de ayuda a migrantes Utopia 56″. “Las personas están ahí, ocupémonos de ellas.”
Mirweiz, que lleva dos meses en París, se lo toma con filosofía. “Tendré una plaza”, dice este joven afgano. “Pero hay una pregunta que nos hacemos todos: ¿Por qué es tan difícil solicitar asilo en Francia?”
La entrada del centro está vigilada por las fuerzas del orden, tras las violentas tensiones de la semana pasada. Para evitar que se repitan, el centro promueve que se hagan rondas para localizar a los más vulnerables.
El jueves, 80 personas pudieron entrar de esta forma. Mirweiz esperaba que le tocará. “La vida es decepción”, dice cerca del terraplén en el que los voluntarios del colectivo Solidarités Wilson preparan un desayuno.
La cita, a las 9:00 am (hora local), es muy esperada. “Venimos todos los días”, cuenta Emmanuelle Tronche, la coordinadora. Pero “ayer no tuvimos suficiente”, reconoce. “La gente tenía hambre al término de la distribución.”