El atropello es condecorado, la tropelía aplaudida. El salvajismo enaltecido, la brutalidad ensalzada. La vileza y el ensañamiento engrandecido. La civilidad agredida y agraviada. Muestran su verdadero rostro, la fachada democrática se desvaneció. Le fue útil mientras fueron mayoría. El demócrata demuestra su verdadera condición cuando está en minoría. Las normas que antes promovieron le resultan incómodas. De nada sirven ideales o propósitos nobles alguna vez izados como banderas, ahora resultan inútiles. Los obsesiona la permanencia en el poder. Se resisten a considerarlo efímero. Pretenden convertir en axioma una consigna. Lo de llegar para quedarse es solo eso un slogan, no una realidad. Lo del pluralismo era un artilugio, el pensamiento único es su anhelo. Tienen el sol al dorso. Se resquebraja el edificio. Añoran el monolitismo. La desconfianza recorre su estructura. Huyen hacia adelante pretendiendo ocultar el desespero. La ausencia de pueblo es evidente. La pérdida de respaldo internacional también. Los recursos son cada vez más escasos. Solo les queda un soporte. Lo halagan, privilegian y aceptan el tutelaje porque constituyen su sostén.
En lugar de protegerla agreden la máxima representación de la soberanía popular. La violación de los Derechos Humanos se ha convertido en tragedia cotidiana. Existen testimonios gráficos y fílmicos de verdaderas escenas de horror. Han degradado las instituciones. El repudio a su comportamiento es generalizado. Todos los estudios de opinión registran el inmenso rechazo al gobierno y al fraude de la constituyente. El discurso y los actos aparentan fortaleza para disimular las terribles debilidades.
Cuando condecora o asciende a Generales que han sido imputados por el Ministerio Público o al ahora famoso Coronel que agredió al Presidente del Parlamento, Maduro glorifica su actuación cuando afirma : ” enfrentó la osadía, la insolencia, de este señor Julio Borges”. Entre tanto presentaba un vídeo donde se burlaba del ignominioso incidente protagonizado por el recién condecorado Coronel, casi simultáneamente hacia gala de un descaro ilimitado al llamar a dialogar y manifestarse partidario de La Paz.
Un aspecto definitorio de los regímenes democráticos modernos lo constituye el control civil sobre el estamento militar, el madurismo ha invertido los roles, acentuando el militarismo y con complicidad de sectores de la máxima jerarquía han contribuido al desprestigio de la institución armada, en otrora gozaba de la más alta estima de la sociedad, junto a la iglesia y el empresariado.
Si bien es cierto, que en la brutal ofensiva represiva han participado esencialmente la Policía Nacional e importantes unidades de la Guardia Nacional, la actuación de ese componente ha salpicado al resto de la FAN, quizás porque la opinión pública no hace siempre la distinción. Las causas del descenso en la reputación de la Fuerza Armada no son recientes y no se limitan a la actuación de la GN, la numerosa presencia de oficiales activos y en situación de retiro al frente de las políticas gubernamentales y el estruendoso fracaso de régimen, como es lógico suponer arrastra consigo necesariamente a la institución armada.
Esa realidad puede comprobarse porque desde distintas instancias gubernamentales se realiza un riguroso seguimiento a las redes sociales, sin la pretensión de idealizarlas, ni mucho menos asumir las posiciones extremas que allí se manifiestan, no se pueden despreciar las opiniones vertidas, coincidentes con los resultados de encuestas y con variadas expresiones trasmitidas en programas de radio y televisión o a través de artículos en la prensa escrita o en medios virtuales.
Los abundantes comentarios surgidos a partir de la bochornosa conducta del oficial Bladimir Lugo (así se escribe) en la sede de la Asamblea Nacional se puede concluir, sin exagerar, con apenas una somera revisión de las reacciones ante el nefasto incidente donde el fue principal protagonista, que este Coronel a diferencia de el de la novela de Gabriel García Márquez si tiene quien le escriba.