El pasado domingo, 16 de julio, la oposición venezolana desplegó su mejor juego democrático, logrando convocar a su consulta popular más de 7,5 millones de ciudadanos. Fue un evento sin precedentes, único en la historia del movimiento de “resistencia no-violenta”. Ese día, el grado de civismo demostrado por los venezolanos opositores fue similar al comportamiento observado en pueblos como el neozelandés, canadiense, noruego, danés, entre otros, que tienen un alto grado de capital social. Fue una conducta cívica que cuestionó la utilidad del Plan República y las elecciones automatizadas. Además, ese domingo, la oposición reafirmó que su mecanismo para superar la actual crisis de gobernabilidad en Venezuela es a través de la vía electoral.
Estos hechos han generado un gran reconocimiento por parte de los Estados democráticos de la comunidad internacional. En consecuencia, los motivó a solicitar al régimen de Nicolás Maduro la suspensión del evento electoral el 30 de julio, la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente.
A tal punto que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, aseguró el pasado lunes que “Estados Unidos no se mantendrá como espectador mientras Venezuela se derrumba. Si el régimen de Maduro impone su Asamblea Constituyente el 30 de julio, Estados Unidos tomará acciones económicas fuertes y decisivas“.
Asimismo, la Unión Europea amenazó con sanciones económicas. El poder legislativo de Colombia y Chile denunciaron a Nicolás Maduro ante el Tribunal de La Haya. Los gobiernos de Argentina y Brasil rechazaron la propuesta de la Constituyente del régimen. Y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, declaró, luego de la visita oficial a La Habana, que “el mundo entero está pidiendo que [Maduro] desmonte la Constituyente”.
Por ahora, la respuesta de Maduro es la de seguir huyendo hacia delante con la Constituyente, radicalizándose en la narrativa “revolucionaria”. La lógica dentro del “madurismo” es que lo están haciendo tan bien que el Imperio arremete con todo. Que si Cuba resistió el aislamiento, Venezuela tiene razones de sobra para lograrlo.
Dentro de ese discurso, anteayer la candidata a constituyentita y ex-canciller, Delcy Rodríguez, aseguró que “los venezolanos podrán morirse de hambre, pero el Gobierno de Nicolás Maduro seguirá en pie. (…) Jamás entregaremos esta patria sagrada, vamos todos a votar por la independencia absoluta de Venezuela”.
El oficialismo desde que llegó al poder ha manejado una relación con la oposición de “esquema suma cero”. Cuando los resultados electorales no le han favorecido, ha creado estructuras paralelas para no reconocerla, excluyéndola.
El Estado-mafioso, al que sucedió Venezuela, estableció Corporaciones y un Distrito Capital paralelos para desconocer el triunfo de la oposición en las gobernaciones y la Acadia Mayor, sin el reclamo de la comunidad democrática. Porque ese Estado se amparó en las instituciones del supuesto Estado democrático, que apoyaban el “juego suma cero”.
Hasta que sucedieron las elecciones parlamentarias el 6 de diciembre de 2015, cuando el “madurismo” quiso hacer lo mismo con uno de los poderes esenciales del Estado. En ésta ocasión, “el asesinato” al poder legislativo -vigente para el período 2016-2021- develaría el rosto del criminal del Estado-mafioso. Un Estado que resguarda las actividades ilícitas de los grupos que gobiernan el país. Van desde el narcotráfico, lavado de dinero hasta el apoyo al yihadismo.
Por ello, los mecanismos para resolver la crisis de gobernabilidad en Venezuela pasa por acciones diferentes a las utilizadas en un Estado democrático, como sucedió en Brasil (Dilma Rousseff), y Colombia (Acuerdo de Paz). En el primero actuaron el poder judicial con el poder legislativo, y en el segundo, fue un reconocimiento de las partes en conflicto con facilitación internacional, y una justicia transicional.
Si el “madurismo” mantiene su elección del 30-J (juego suma cero) obtendría una participación máxima de 4.357.100 según el último Informe de Datanalisis, o una asistencia media de 2.970.750, con un Registro Electoral Permanente igual a 19.805.002 venezolanos. Para superar la participación del 16-J tendrá que recurrir a mecanismos de presión “dictatoriales”, no vistos hasta ahora en Venezuela – figurativamente llevarían a votar a la gente con una pistola en la sien.
Ante el escenario perdedor, los integrantes del Estado-mafioso ven su éxito instalando una Asamblea Constituyente, a troche y moche, para eliminar la Asamblea Nacional, desconociendo la “voz del pueblo”. Ante la presión internacional, utilizan como hipótesis de conflicto un enemigo externo representado en la amenaza de los Estados Unidos, siendo a su vez el factor determinante de la crisis humanitaria.
Si el Estado-mafioso venezolano, el madurismo, persiste en su juego de suma cero y logra ganar, someterá al pueblo a la miseria, y lo condenará a vivir bajo una férrea autocracia. De lo contrario será su final.
Antonio de la Cruz
Director Ejecutivo de Inter American Trends @iatrends